martes, 31 de mayo de 2016

Media Maratón de Santoña

Una carrera nueva, una experiencia nueva. Un día bonito, con buen ambiente en el grupo y con buen tiempo (para algunos mucho calor). Así viví la Media Maratón de Santoña el domingo pasado. Todo genial, excepto el susto que nos dio nuestra compañera Esther que se desvaneció antes de llegar a la meta en el 10k y aún está en el hospital en observación, aunque parece que está totalmente recuperada.

Respecto al plano meramente deportivo de mi carrera, la verdad es que fue un día de sacar buenas enseñanzas sobre mi capacidad de sufrir y correr a ritmos altos (para mí). Después de lo cansado que terminé hace tres semanas tras correr 27 km en la Wings for Life y el viaje a Atenas (con catarro de recuerdo), la verdad es que no me he encontrado muy suelto estas últimas semanas y tampoco he hecho entrenos de calidad. Así que mi intención era correr esta Media como una tirada larga de calidad, pero a ritmo de entrenamiento.
Sin embargo, esta última semana ya me iba encontrando mejor y al haber combinado entrenos a pie, con series en bicicleta y un masaje, el sábado vi que mis piernas ya estaban bastante competitivas y el pulso por las mañana ya era más o menos normal.
Por tanto, el sábado al preparar las cosas para la carrera decidí llevarme las Saucony Kinvara 7, por si me veía bien y podía correr rápido.
Ya en Santoña nos juntamos toda la expedición de los Beer Runners Bilbao (más de 30 participantes -premio al club más numeroso- más los acompañantes que no corrían) y nos preparamos para correr. La mayoría en la prueba de 10 km y algunos el medio maratón.
Yo en la salida ya estaba con ganas. Me veía bien y salí algo rápido. De nuevo (como en Valencia en la Wings for life) el Garmin 235 no me detectó el sensor del pulso del pecho (creo que tenía interferencias de otros), y como el pulso en la muñeca va como quiere (incluso en esta nueva unidad que me han cambiado por la anterior tras enviarlo dos veces al Servicio Técnico), pues me quedé sin referencias del pulso, algo para mí muy importante para regular.
Total que empecé a correr solo por las sensaciones de mi cuerpo y por el ritmo de mi respiración. Vi que iba rápido, pero sentía que podía aguantar.
Pasé el 10k en 46:27, muy rápido para mí, pero decidí seguir a ese ritmo a ver hasta dónde llegaba. En cada avituallamiento bebía agua, y en el km 13 me tomé un gel, por si acaso.
De forma clara veía que iba por encima de mi umbral, pero también notaba que podía aguantar, quizás no hasta el final, pero casi. Así que simplemente seguí corriendo intentando mantener las sensaciones. De vez en cuando aflojaba un poquito para estabilizar la respiración, pero casi casi mantuve el mismo ritmo todo el rato.
Ya hacia el km 18 vi que iba a poder aguantar hasta el final, así que iba a hacer muy buena marca. Durante toda la carrera corrí entre medias de las liebres de 1:35 y 1:40, lo que me daba muchos ánimos. Por fin llegué al último kilómetro. Empecé a hacer cálculos y vi que podía bajar de 1:38, si no reventaba.
Y no lo hice. De hecho afronté los últimos 400 metros a tope y terminé a un ritmo cercano a los 4 min/km, haciendo una entrada triunfal en la meta animado por mis compañeros Beer Runners.
Puño al alto y paré el crono en 1:37:25 (tiempo oficial) mejorando en 5:16 mi MMP de hace dos meses en Santander, a una media de 4:37, corriendo más rápido la segunda mitad de la carrera que la primera. Más satisfecho imposible.
En fin. Que sin querer he corrido muy rápido mucho tiempo. ¿Podría arriesgarme a hacer lo mismo en un Maratón e intentar acercarme a 3:30 -marca mínima para Boston en mi edad- en Berlín el próximo septiembre? No lo sé. Si estoy en forma preparando maratones, puedo arriesgarme a correr rápido una media. Pero un maratón es otra cosas. Igual llego volando hasta el 35 y luego reviento. Podría ser. Pero, ¿y si hiciera la prueba?

jueves, 26 de mayo de 2016

La vida es un paso. La muerte es una carrera.

Correr es dar un paso tras otro. Empezamos de pequeños a correr y luego muchos de nosotros seguimos haciéndolo. Otros no. Un corredor de ultras de EE.UU. (Jack Kirk –el Demonio de Dipsea–) dijo aquello de que “no dejamos de correr porque nos hacemos viejos, sino que nos hacemos viejos porque dejamos de correr”. Seguramente tenía razón.
¿Cuántos pasos daremos en esta vida? Nadie lo sabe, y es mejor así. Pero lo que sí podemos hacer es dar los pasos hacia algún lugar adecuado, hacia algo que nos llene. Y luego disfrutar con el camino.
La frase con la que abro este post está sacada de una pequeña y colorida pared del Callejón de Hamel, en La Habana (Cuba). Saqué la foto el verano pasado. Este callejón es como una puerta que desde el centro de La Habana te transporta a otro mundo. Un mundo diferente, un mundo mágico en el que viejos cachivaches adquieren una nueva vida y nos trasladan a otro lugar, casi como si viajáramos a una historia de Haruki Murakami en la que abandonamos nuestro mundo para entrar en otro sin darnos cuenta. Ojalá fuera así.
Para mí es una frase que parece encerrar dos lecturas contrapuestas. Tal vez por eso sea tan atractiva.
Por un lado nos habla de la vida, de la vida que vivimos, de la vida que caminamos, de la vida que corremos. Y hablar de la vida, de correr, siempre es algo que nos llena de ilusión y de gozo.
Pero por otro lado nos habla de que esta vida, esta misma vida, no es más que eso, un paso, un paso nada más. Y eso también es triste, pues nos recuerda que el tiempo no se detiene y nos hace ser conscientes de que algún día dejaremos de correr.
Y luego está la segunda parte de la frase. Una parte demoledora. Si la muerte es una carrera nadie la quiere ganar. Pero aunque no queramos ahí está la meta de esta carrera, a la vuelta de la esquina. Bueno, para los más jóvenes a la vuelta de dos, o de tres, esquinas. Pero ahí está.
¿Y qué podemos hacer nosotros? Pues nada. Simplemente nada. Así que, a seguir dando pasos, a seguir corriendo, a seguir gozando.

Lo que más me gusta de los entrenamientos para los maratones son las tiradas largas. Es cuando más disfruto. Simplemente corro y dejo que pasen los kilómetros. Pues bien. Cambiemos lo de que “la vida es un paso” por “la vida es una tirada larga”. Pues hagámosla muy larga y disfrutémosla.

martes, 17 de mayo de 2016

Atenas y Maratón. Mi cita con la historia y la leyenda

Como os comenté en el post de la Wings for life, de Valencia volé al otro lado del Mediterráneo por un tema de trabajo relacionado con mi actividad docente en la Universidad. El destino: Atenas.
Como os podéis imaginar, para un amante de la carrera de Maratón era imposible no aprovechar el viaje para visitar el lugar donde se inició la historia de los maratones.
Muchos creen que la leyenda del mensajero Filípides corriendo desde Maratón a Atenas para anunciar la victoria de los atenienses sobre los persas antes de morir exhausto es cierta. Es una bonita leyenda que inspiró a los organizadores de los primeros Juegos Olímpicos modernos (Atenas 1896) a organizar una carrera de fondo entre esas dos localidades para poner un broche de oro a los Juegos. Pero, según los historiadores, lo de Filípides no ocurrió.
Es igual. A nosotros nos vale como una bonita historia que dio lugar a una de las pruebas deportivas que más tradición tiene en el mundo y que más mística encierra entre los que la practicamos. Correr maratones para muchos va más allá de practicar un deporte, es una forma de vida, una forma de practicar la vida, de aprender de uno mismo para vencer cualquier adversidad, de conocernos mejor y de saber cómo somos en realidad.
Si te gusta correr, si te gusta el Maratón, si te gustan los Juegos Olímpicos, Atenas es un destino que tiene todo lo que estás buscando. Además del glorioso pasado de la antigua Grecia, presente miles de años después aún en cualquier rincón del país de manera fantástica, en Atenas, y en el pueblo de Maratón, sentirás el peso de la historia bajo tus pies.

Atenas
Aquí el protagonismo, en cuanto a la historia del atletismo, es para el Estadio Panathinaikó, donde se celebraron aquellos Juegos de 1896. Es un estadio abierto por un lado, diferente a lo que estamos acostumbrados a ver en los estadios de atletismo. Aquí termina hoy en día el Maratón de Atenas, “el auténtico” como se le conoce. Al ser abierto no hace falta pagar la entrada para ver los que vieron los atletas de finales del s. XIX y lo que ven los miles de maratonianos que acuden cada año a pisar la historia.
Por cierto, aquel Maratón Olímpico de 1896 no tuvo 42,185 kilómetros. Fueron unos 40 km. Podéis leer sobre esto en este post de este mismo Blog.

Maratón
Nunca el nombre de un pueblo ha trascendido tanto en la memoria colectiva de todo el mundo en lo que al deporte se refiere. Aquella batalla que ganaron en las llanuras que rodean a Maratón los atenienses a los persas dio lugar siglos después a la prueba deportiva más mítica del mundo: el Maratón.
En este pequeño pueblo, en su moderno estadio, se da la salida al Maratón de Atenas cada mes de noviembre. Cerca de allí se encuentra el Museo de la Carrera del Maratón, donde se guardan medallas, zapatillas, banderas y todo tipo de objetos de todos los maratones olímpicos de la historia y de otros famosos maratones, como el de Boston, el más antiguo del mundo, ya que, inspirado en el Maratón Olímpico de los Juegos de 1896, el Maratón de Boston se corre desde 1897.
Entre otros objetos de culto, podemos ver la medalla que ganó el griego Spiridon Louis, ganador de aquél primer maratón olímpico. Y podemos comprar una reproducción de la misma, algo que hace las delicias de los mitómanos como yo.
Cerca de Maratón, y muy mal señalado y difícil de encontrar, hay una reproducción de la columna que los atenienses erigieron poco después de la batalla de Maratón en el mismo punto donde el ejército persa de rindió. Los restos originales de la columna y de lo que queda de la estatua que había arriba están en el Museo Arqueológico de Maratón.
Para regresar a Atenas no queda más remedio que recorrer el mismo trazado del Maratón actual de Atenas. Cada kilómetro está señalado de forma permanente junto a la carretera. Un comentario: es un recorrido feísimo, todo el rato por una carretera que es una autovía por muchas zonas comerciales o industriales. No hay apenas bonitas vistas ni nada en el que entretener nuestros pensamientos mientras corremos hacia Atenas. Solo se salva la salida y la llegada a Atenas y al estadio donde está la meta.

Os dejo unas fotos que resumen mejor mi viaje por Grecia.
El Partenón, la joya de la corona.

Vista de la Acrópolis desde mi hotel.

Subida hacia la Acrópolis al atardecer.

Ocaso desde un montículo junto a la Acrópolis. Hay que estar allí aunque sea una vez.






Las Cariátides del Erecteión.

Bonito ambiente.


Las callejuelas que rodean la Acrópolis son ideales para perderse en ellas.





Patio de una casa, cerca de la Acrópolis.

Estadio Panathinaikó.



La Puerta de los Leones, en Micenas.


Micenas. Un hermoso y tranquilo lugar del pasado.

El Canal de Corinto. Una gran obra de ingeniería inaugurada en 1893.

Entrada al Museo del Maratón, en Maratón.



La medalla de Spiridon Louis, ganador del maratón olímpico de 1896 en Atenas.

Y la reproducción que me compré.

Mural en una pared de Maratón, cerca del estadio.

Columna del Trofeo de la Batalla de Maratón.

Nike, a la entrada de Maratón.

Así está señalado todo el recorrido.

Aquí comienza el Maratón de Atenas, en el estadio de Maratón

Bonita pintada en la salida, junto al inicio de la raya azul.

Cabo Sunio.

Lord Byron murió en Grecia luchando por la independencia del país. En el Templo de Poseidón, en el Cabo Sunio, está su nombre grabado en una columna. No se sabe si lo grabó él mismo.

Templo de Poseidón.




viernes, 13 de mayo de 2016

La Wings for Life World Run 2016

El año pasado, cuando descubrí esta carrera tan especial, no pude participar porque era justo una semana antes del Maratón Martín Fiz de Vitoria, el cuarto de mi reto de 5 maratones en 5 meses. Me dio pena, porque la causa para la que está creada es la investigación del daño medular, algo que me toca directamente desde el accidente de mi buen amigo Felix Bilbao.
Casi 27 kilómetros y unos 600 euros recaudados. Un gran éxito.

Al final de año, cuando ya sabíamos que Felix nos iba a dejar pronto, ya que además de sufrir aquel grave atropello cuando entrenaba en bici en 2009, enfermó de ELA, comprendí  que uno de los objetivos importantes de 2016 era correr la Wings for Life World Run en Valencia (junto a los maratones de París y Berlín). Además, no solo me propuse participar en la carrera sin más. No. Vi que debía hacer algo más, algo que me sirviera como un homenaje a Felix, la mejor persona que nunca conoceré (no me canso de decirlo) y que ayudara a recaudar más fondos para la investigación del daño medular.
Así que creé el equipo “Felix-en lagunak. Felix & friends” para que todo el que quisiera se uniera al mismo y corriera en Valencia, o en cualquier parte del mundo, ayudando con su inscripción a la finalidad de la carrera.
El equipo pronto creció, y entre familiares de Felix y amigos míos del fantástico grupo de los Beer Runners de Bilbao (con el añadido de que no le conocieron en persona) se sumaron 26 personas al equipo (más dos más que no aparecían en el equipo pero que eran del equipo). Además, uno de mis amigos, Tom, que colaboró desde Modesto (California), por un error se apuntó dos veces. En fin, que gracias a este equipo hemos colaborado con unos 600 euros a la causa de la carrera. Un éxito.
Para el que no conozca esta carrera, tan solo os digo que es una carrera diferente y muy original, lo que la hace tremendamente atractiva, además de que el 100% de las inscripciones va dedicado a una buena causa. Y es diferente porque no sabes cuántos kilómetros vas a correr cuando tomas la salida y porque se corre simultáneamente en 33 países de todo el mundo. Imaginaros, miles de corredores alrededor del mundo corriendo al mismo tiempo por una causa. Es algo que invita a ser optimistas con la vida. Su lema es “Corre por los que no pueden correr”, algo que encaja perfectamente con mi filosofía del deporte.
Mi equipo, además, casaba como un guante con la idea de correr en cualquier parte del mundo por los que no pueden correr, pues salvo yo mismo y tres familiares de Felix (su mujer Elena, su hijo Xabier y su cuñada Ebe), los demás iban a correr repartidos por diferentes lugares, la mayoría en Bilbao, pero también en Canarias, Bélgica o EE.UU.
Y menuda gran sorpresa me dieron los Beer Runners de Bilbao cuando llegué al hotel de Valencia, pues me enviaron un enlace a un vídeo que me habían dedicado con fotos mías y con fotos de todos ellos con un dorsal 0 de la carrera y con el lema final “You’ll never run alone” y con la canción de Amaral "El universo sobre mí" de fondo. Un momento emocionante. Desde luego, el equipo que tenemos en Bilbao es increíble. El mejor del mundo.

La carrera encajaba tan bien con la filosofía del equipo “Felix-en lagunak. Felix & friends” que, para mi sorpresa, me llamaron de la productora del vídeo oficial de la carrera y seré uno de los protagonistas del vídeo de este año. Todo un honor y un bonito añadido al homenaje a Felix.
La salida de la carrera se da a la vez en todos los países (en España a las 13:00 horas) y media hora después sale el coche (el catcher car) que a una velocidad determinada, que va aumentando progresivamente, va alcanzando a los corredores, que terminan su carrera cuando les rebasa el coche. Gana en cada país el que más kilómetros hace (en mujeres y en hombres) y luego hay un ganador y una ganadora mundial.
Desde el punto de vista deportivo mi objetivo era alcanzar los 25 km, aunque soñaba con llegar a correr un kilómetro por cada miembro del equipo, cosa difícil ya que desde el Maratón de París del 3 de abril he perdido algo de forma.
Se inició la prueba y salí rápido, más rápido de mi ritmo normal de los primeros kilómetros de un maratón o de una tirada larga de calidad, pero estaba muy motivado y eso se notaba. Además, llovía algo, lo que es bueno para correr más rápido.
Fueron pasando lo kilómetros y casi iba marcando siempre los mismos tiempos de entre 5:00 y 5:05 el kilómetro, el ritmo adecuado para llegar a los 25 km. Pasé el medio maratón en 1:46. Notaba que iba algo forzado pero veía que aguantaba.
En el km 23 me alcanzó la furgoneta de la productora del vídeo oficial de la carrera (atentos a Teledeporte en unas pocas semanas) y me grabaron unos planos. Me dijeron que el catcher Car no estaba muy lejos, así que apreté para llegar por lo menos a los 25 km.
Pasé el cartel de 25 km y aún no me había alcanzado. Yo ya iba a tope y al no saber lo que me quedaba era complicado calcular cuánto tiempo podría soportar ese ritmo. Pasé a algunos corredores y ya llegó la bicicleta que precedía al catcher car. Apreté más, sabiendo que ya era el final. Había pasado la marca de 26 km y aún seguía peleando. La motivación que tenía y el recuerdo de Felix me hicieron aguantar lo que no habría aguantado en otras circunstancias y finalmente, en el km 26,73 (oficialmente) me rebasó el coche (conducido por el piloto de F1 Carlos Sainz que hizo un amago de frenar antes de cogerme). Corrí casi 27 km a una media de 5:01 min/km, y a partir del km 16 casi todo el rato por debajo de 5 min/km. No me lo creía.
El momento exacto en el que me alcanza el coche.

Casi logro el sueño de correr un kilómetro por cada miembro del equipo. En la clasificación final quedé en el puesto 158 de 1.348 participantes y conseguí un increíble 5º puesto de los casi 50 corredores de mi categoría de hombres de 50 a 55 años. En el global mundial quedé el 5.664 de más de 130.000 participantes.
En fin. Que el año que viene, el 7 de mayo, y de nuevo en Valencia, espero que sean muchos más los que se unan a mi equipo por Felix. Volveremos a correr por los que no pueden correr. Espero que muchos en Valencia conmigo, pero sirve correr en cualquier otro lugar.

¡Ah! Y después de correr por Valencia he estado unos días al otro lado del Mediterráneo por trabajo. Aunque, claro, también he hecho algo muy relacionado con correr. Ya os contaré. Hasta el próximo post.
La salida. Estoy justo abajo a la izquierda.


Grabando el miércoles antes de la carrera en Bilbao. Deseando ver el vídeo en Teledeporte.

Con el dorsal, ya en Valencia. Esta es la camiseta que daban en la carrera, pero yo corrí con la que he preparado para este año para las carreras importantes.

Como estábamos en la zona VIP me saqué algunas fotos con algunos famosillos del mundo del running, como Gema Payá, periodista-blogger (y maratoniana).

Aquí con los del equipo en Valencia.

Con la actriz Mariam Hernández. Otra corredora muy simpática.

Con Cristina Mitre, directora de Women's health.

Con Carlos Sainz, antes de salir.

Xabier y Elena antes de salir (luego Xabi se perdió un poco por ahí, jeje).

A punto de empezar.

Hacia el km 15. (Foto de "Always with my camera" en Facebook).

Mi logo del equipo.

Mis compis de Bilbao antes de correr.

Grandes los Beer Runners de Bilbao.

Mi diploma.

Mi camiseta y mi dorsal con los nombres de todos los del equipo y el de Felix. Todos corrieron conmigo. Nunca correré solo. Muchas gracias amigos.