viernes, 31 de octubre de 2014

Y por fin: Central Park.

Por fin. Kilómetro 42. Uno de los momentos más emocionantes que puede vivir un deportista, el instante en el que termina un Maratón. Y si es en Central Park pues entonces es uno de los momentos más felices que puedes experimentar en tu vida.
Km 38
Ya no se siente el dolor. Bueno, es mentira. El dolor sí que se siente, pero ya no te importa porque ves que estás cerca de la meta. No siempre es cierto eso de “querer es poder”, pero muchas veces, casi siempre, sí que lo es. Y cuando solo te quedan cuatro kilómetros para alcanzar la meta en un maratón quieres terminar la carrera por encima de todo, y como quieres puedes, por mucho que te duelan las piernas. Te concentras en pensar en todo lo que vas a disfrutar cuando estés pasando la meta, cuando el objetivo esté cumplido. Te concentras en pensar en todo lo que has sufrido hasta llegar allí, todos los kilómetros que has corrido, con calor, con frío, con lluvia, con dolor. Te concentras en saborear los ánimos de la gente que te aplaude desde este rincón de Central Park. Y te olvidas del dolor y dejas de hacer caso a tu cuerpo que desde hace unos diez kilómetros no para de rogarte, de suplicarte por favor que te detengas, que no puede más, que no le castigues más. Pero tú estás preparado para eso, para no hacer caso a tu cuerpo, porque sabes que tu cuerpo es más débil que tu mente y que querrá rendirse en esos momentos de sufrimiento. Pero tú ya llevas preparada tu mente para que no se rinda ante la debilidad de tu cuerpo y para que tome el control de la situación. La carne es débil, pero el espíritu de un corredor está entrenado para no hacerle caso. Solo importa llegar. Hay que llegar.
Km 39
Cuando llegas al kilómetro 39 en un maratón ya empiezas a ver claramente el final. Solo te quedan tres kilómetros y ya puedes empezar a dar todo lo que te queda. Sabes que vas a terminar, sea como sea, y por eso puedes empezar a sentir la alegría de conseguir algo que hasta hace un rato aún era solo un sueño, un deseo. Algo te empieza a recorrer todo el cuerpo y el corazón ya es libre para desbocarse pues casi está todo hecho. Ya no importa el dolor ni el cansancio, ni la agonía de la lucha de tu mente contra tu cuerpo. Ya ha vencido la mente.
Por eso ahora, en este rincón de Central Park, pese a la dureza de las subidas y el grito de mi pierna atenazada por el dolor, sonrío plenamente y choco mi mano contra todas las manos que se asoman hacia mí. Ya no hay vuelta atrás. Ya solo queda correr y correr sin parar hacia la meta. El sueño está llegando a ser real y solo pido no despertar.
Km 40
Cruzando Central Park, bajo el manto amarillento de las hojas de los árboles a los que el otoño ha adornado para nosotros, a todos los que corremos hoy aquí se nos ponen los pelos de punta. Ves que terminas algo por lo que te has sacrificado mucho tiempo y ves a la gente del público gritando como loca, gritándote a ti. Porque, si bien es cierto que solo eres uno más de las decenas de miles de personas que corren el maratón, no puedes evitar sentirte protagonista único de algo muy grande. La gente te anima a ti, por tu nombre si lo llevas en la camiseta, o por tu país, si llevas tu bandera, o por el color de tu gorro, por lo que sea, pero te identifican como una persona que está a punto de terminar el maratón de su vida y no como uno de tantos locos que corren por la ciudad.
Sentirte aquí es algo maravilloso y pese a todos los dolores de piernas que puedas llevar, pese al cansancio, pese a lo que sea, te gustaría que esto no acabara nunca, que pudieras seguir corriendo dando vueltas y vueltas a Central Park mientras todo Nueva York te anima. Si este momento no es la felicidad absoluta no le anda muy lejos.
Km 41
Salvo que ya llegues derrotado a este punto de la carrera, en el último kilómetro es normal que aceleres el ritmo. Hasta unos kilómetros antes has pasado momentos malos y las piernas te suplicaban todo el rato que pararas, o por lo menos que fueras más lento. Y sin embargo, al ver que estás en el kilómetro 41 de la carrera, al ver y oír a toda esa gente que se agolpa en la W59 junto a Central Park South animándote como si les fuera la vida en ello, tan solo saludas y aceleras. El corazón se dispara con renovadas alegrías y sabes que es el último esfuerzo, que por fin llegan los últimos minutos de unas horas memorables, las mejores horas de tu vida, unas horas que siempre recordarás como las más intensas que viviste en mucho tiempo. Nada se puede equiparar a lo que sientes durante estos momentos en Nueva York, en la carrera más importante del mundo.
Km 42
Me quedan menos de doscientos metros para terminar el maratón más famoso del mundo. Estoy en la feliz fase del maratón en la que lo único que sientes de verdad es la euforia. La euforia por completar un sueño que te ha costado tanto esfuerzo. El esfuerzo de los cuarenta y dos kilómetros anteriores, y el esfuerzo de muchos meses, tal vez años, que han precedido a este día.
Ha sido una carrera memorable. La gente me ha animado como si yo fuese el primero. Ha sido dura porque me lleva doliendo una pierna desde antes de la mitad de la carrera y cada puente, cada cuesta, ha sido una tortura. Pero ha merecido la pena. Ojalá no acabara nunca. (…)
Una vez leí que la felicidad reside en la antesala de la felicidad. A lo largo de mi vida he comprobado muchas veces que eso es cierto. Ahora, a tan solo doscientos metros de completar este maratón tan deseado por mí, vuelvo a comprobar que es así. Ya llevo los últimos kilómetros con esta sensación de saber que estás a un paso de conseguir tu sueño, a un paso tan corto que sabes que todo está hecho. No como en el kilómetro 30, donde te queda poco en relación a toda la carrera pero sabes que te queda lo suficiente como para tener que abandonar si las cosas se ponen muy difíciles.

Aquí, ahora, no abandonas. Aquí saboreas el éxito y disfrutas de una felicidad pocas veces sentida antes. Y además, sabes que un rato después, unas horas después, unos días después, todo lo que estás viviendo ahora te parecerá que pasó hace mucho tiempo. Tantos meses soñando con esto y una vez cumplido el sueño todo se acabó. Por eso no me gusta mucho cumplir mis sueños, porque una vez cumplidos te despiertas y ya está. Se acabó. (…)

jueves, 30 de octubre de 2014

Maratón de NY: Casi estamos ya en la meta (del km 33 al km 37)

David, el protagonista de mi novela, corre en Nueva York antes de enfrentarse a su destino. Aquí lo dejo, corriendo entre el Bronx y Manhattan a punto ya de terminar esa carrera con la que tanto ha soñado.
Y mañana llegará a la meta. No os lo perdáis.
Km 33
En el kilómetro 33 del maratón de Nueva York estás en la mitad del Bronx, ese barrio tan estigmatizado que solo con oír su nombre nos hace pensar en delincuencia, drogas, marginación, desigualdad social y racismo. Por lo que nos cuentan las gentes de Nueva York, hoy en día el Bronx es un barrio mucho mejor para vivir que hace unos años, y cuando lo atravieso corriendo durante el maratón sus vecinos me saludan entusiastas como en cualquier otra parte de la carrera.
Me esfuerzo en saludar a todo el mundo, en chocarles la mano, en darles las gracias. Al girar de la 135 Este a la derecha para entrar en la Alexander Avenue suena la voz de Alicia Keys cantando a New York en la versión “Empire State of mind” junto al rapero Jay-Z, que se ha convertido en un segundo himno de la ciudad, junto al famoso “New York, New York” de Frank Sinatra. Y, sí, Nueva York es la jungla de hormigón donde se fabrican los sueños, sueños como el de correr este maratón hoy.
Km 34
Cuando cruzas el puente de Madison Avenue en el maratón de Nueva York entras por segunda y definitiva vez en Manhattan y dejas atrás ese breve tramo en el que corres por el Bronx. Mis piernas me piden un descanso que no les puedo dar y la pequeña pendiente del puente es como una gran cuesta para ellas. Quedan más de ocho kilómetros de tortura física pero la fuerza que te transmite el público hace que sea más leve. Intento no pensar en el dolor, intento concentrarme en saludar a la gente, en reconocer sus caras, en admirar la belleza del momento, de los rostros, del sonido de nuestros pasos chocando con el asfalto, del Sol que ya alto se abre paso entre los edificios. Hay mucha gente que a estas alturas de la carrera no puede correr más y camina hacia la meta. No importa cómo, pero lo importante es llegar y disfrutar de este día único.
De vez en cuando tomo un poco de glucosa y me tranquiliza saber que, salvo el dolor de las piernas, mi cuerpo está en bastante buen estado para llevar ya tanto tiempo corriendo sin apenas parar. Tengo que pensar de manera positiva, concentrarme en las buenas señales que me envía el cuerpo y no hacer caso a las malas. Eso me tranquiliza.
Km 35
Mientras corro penosamente ya en el kilómetro 35 por la 5ª, a la altura de la 128, mi cuerpo no está para muchas alegrías. Vamos ahora bajando hacia Central Park poco después de haber entrado de nuevo en Manhattan por el Madison Avenue Bridge tras esa pequeña incursión en el Bronx que hemos hecho. Me duelen las piernas y me quedan todavía demasiados minutos como para exigirles un último esfuerzo, así que intento mantener el ritmo a la vez que procuro no sobrecargar aún más mis sóleos y mis gemelos. Pero es difícil seguir corriendo y a la vez no exigir a tu cuerpo lo que ya hace tiempo que no tiene. (…)
Cada vez que hay un grupo de gente que me anima por mi nombre, yo estiro el brazo y choco mi mano con la de ellos en un gesto que me une a todos los neoyorquinos de una manera más íntima en un momento tan especial como es este maratón para la ciudad y para todos los que hemos venido a correrlo. Mi sonrisa lucha a veces con alguna mueca de dolor cuando las piernas chillan algo más alto, pero no puedo dejar de agradecer tantos ánimos de gente que no me conoce pero que me anima como si yo fuera alguien cercano, un amigo, no uno más de tantos miles.
Pero es duro.
Km 36
En el maratón de Nueva York, el kilómetro 36 está más o menos a la altura del Parque Marcus Garvey, por la 122. Aún no has llegado a Central Park y se hace duro porque vas cansado y aún te queda bastante por correr. Sabes que una vez que entres en Central Park los ánimos del público serán todavía más fuertes que en estos kilómetros entre el Bronx y el Central Park, y tienes que buscar la motivación suficiente para no bajar el ritmo.
Km 37
Ya estoy bajando por la 5ª Avenida cerca ya de la esquina nordeste de Central Park. Hace ya unos kilómetros que he cruzado el muro, esa barrera psicológica y física que tiene cada maratón en la que pasas el punto en el que tu cuerpo está ya muy cansado, no te queda apenas glucógeno en los músculos de tus piernas y aún estás demasiado lejos de la meta como para que la emoción de saber que lo vas a lograr te ayude a pasar el bache.
El kilómetro 37 empieza a estar ya cerca de la meta y la mente empieza a obligar a las piernas para que reaccionen y no se rindan ahora. Solo quedan cinco kilómetros, una nimiedad de distancia para un corredor de maratones, pero por mucho que hayas intentado guardar fuerzas para el final tus piernas gritan que pares, que no soportan el dolor.
Pero tú debes ser sordo ante los gritos de tus piernas. Ellas qué saben si están o no cansadas, si duelen o no. Eso lo debes saber tú, no tus piernas que solo están ahí para moverse sin parar, como las bielas de una locomotora. Y aquí, en Nueva York, el público no deja de recordar a tus piernas que han de seguir, que hay que llegar a la meta, que están entrenadas para eso, que no se paren.

Seguir. Ésa es la parábola de la vida que te enseñan los deportes de fondo. Siempre seguir. Tal vez mirando atrás, si quieres, pero siempre seguimos hacia adelante, simplemente porque en la vida es imposible ir hacia atrás, es imposible deshacer el camino y enmendar los errores haciéndolos desaparecer. Con suerte podrás corregir el rumbo y volver de nuevo a la senda correcta de tu paso por este mundo, pero los desvíos que hayas tomado en algunos momentos de tu vida ya están tomados y quedan allí trazados para siempre, como queda el rastro en la senda.

martes, 28 de octubre de 2014

Maratón de Nueva York: Del km 26 al 32 (el Muro)

Pocos días ya para que Nueva York viva uno de sus días más memorables. Os dejo aquí la carrera entre el kilómetro 26 y el kilómetro 32. Llegamos al Muro.
En Filadelfia, al día siguiente del Maratón de NY de 2013. Pasé bien el Muro.
Km 26
Al final del Queensboro Bridge giras en un bonito bucle en bajada para salir a la 58 y de ahí coger ya la larga, larguísima recta de la 1ª Avenida. Esta curva da acceso de nuevo a la zona del público y tal vez, junto a los últimos kilómetros de Central Park, éste es el punto del maratón en el que más gente se agolpa al costado de la ruta, y eso hace de esta esquina uno de esos lugares en los que vives uno de esos instantes mágicos de los que te hablaba.
Muchos familiares y amigos de corredores vienen aquí a ver pasar a su corredor, porque luego tienen tiempo para ir a la zona de meta y aplaudir su llegada.
Mientras doy el giro a la salida del puente ya se oyen desde lejos los ánimos del público y me da tiempo a prepararme para disfrutar de estos instantes. Muchos aprovechan la curva tan cerrada para recortar unos metros al largo recorrido, pero yo, al contrario, me voy hasta la parte derecha de la calle y así puedo chocar todas esas manos deseosas de animarnos a todos.
Km 27
En la esquina de la 1ª Avenida con la 74, por donde voy corriendo ahora intentando no pensar en la larguísima recta que tengo por delante, hay una tienda de vinos llamada “Baccus” y en la que en letras grandes aparece el famoso proverbio en latín “In vino veritas”. Esta frase se le atribuye a Plinio El viejo y a todo el mundo se le olvida la segunda parte que dice “et in aqua sanitas”. O sea, en el vino está la verdad y en el agua la salud.
Ahora, corriendo el maratón, hago caso solo a la segunda parte y en cada avituallamiento bebo agua y como algo, pero unos meses atrás, después de pasar el día en el motel de Bridgeport ordenando mis pensamientos, salí a cenar algo al Oliverio's Ristorante, un italiano que había junto a la gasolinera, aunque más que comer lo que hice fue beberme una botella de vino “Levendi Symphonia” de California acompañando a una ensalada César y un Filet diAngelo.
Km 28
Casualmente en este kilómetro 28 de la carrera acabo de culminar una de las colinas que hay bajo el asfalto de esta 1ª Avenida, una calle muy ondulada, por cierto. Esto alivia un poco el sufrimiento de mis piernas, que se quejan demasiado. Espero tener fuerzas para seguir sin hacerles mucho caso hasta Central Park.
Miro un momento para atrás y veo a miles de personas que me siguen, más o menos al mismo ritmo cansino que voy yo. Me anima el pensar que yo ya he pasado por allí. Pero si vuelvo a mirar hacia delante, al ver a otras miles de personas que me preceden vuelvo a la realidad de que aún me queda mucho, muchísimo.
Para animarme sigo chocando la palma de la mano con todas las personas que me animan, y doy las gracias cada vez que alguien me grita “Go, David, go”. Mirar a los ojos del público en una carrera es una buena forma de distraerte de tus pensamientos, de tus males. La gente que miras te sonríe y te anima aún más si cabe. Y así pasan los kilómetros de forma mucho más llevadera, casi como si no estuvieras corriendo tanto tiempo, como si solo hubieras salido a rodar un rato suave, para distraerte un poco.
Km 29
Estoy a la altura de la 97. Ya he pasado la mitad de este interminable tramo por la 1ª Avenida y quisiera que algo cambiara esta monotonía. Un giro estaría bien, pero aquí no hay. (…) Es una zona muy dura en el maratón, en cualquier maratón. Pocas veces he corrido en un entrenamiento tantos kilómetros, y ahora mis piernas no solo llevan todos estos kilómetros corriendo, sino que empiezo a notar la fatiga por el madrugón y me quedan por delante demasiados kilómetros aún. Menos mal que hay público, menos mal que aquí el público es muy entusiasta, menos mal…
Km 30
A la altura de la calle 103 paso junto al cartel del kilómetro 30 de carrera. Es una bonita cifra que por un lado me da ánimos porque ya he hecho una gran parte de la carrera, y por otro lado me asusta porque queda mucho, queda lo peor y sé que a partir de ahí lo puedo pasar realmente mal.
Tomo un par pastillas de glucosa y bebo un buen trago de agua en el avituallamiento. La verdad es que en esta carrera hay muchos puestos de avituallamientos y los voluntarios que nos sirven son muy amables y muy entusiastas. Les agradezco de corazón sus atenciones y sigo corriendo por la 1ª Avenida. Mucha gente ya camina más que corre. En otros maratones no te puedes permitir el lujo de caminar a partir del kilómetro 30 porque sería casi imposible llegar antes del cierre de control. Pero aquí, en Nueva York, el control se cierra muy tarde y para muchos corredores populares es factible acabar la carrera aunque tengan que caminar una buena parte del recorrido. Seguramente ésta es una de las razones para que sea tan popular correr aquí, sobre todo para los americanos. (…)
La verdad es que por un lado quisiera que algo rompiera este bucle interminable de este tramo tan monótono que solo consiste en correr, saludar, comer algo y esperar que los dolores no te fastidien demasiado. Estoy entrando en la fase de la desesperación en cualquier maratón, cuando ya el cansancio se nota claramente y cuando por delante tienes aún mucho recorrido. Es, seguramente, la fase más dura que se inicia en el muro y no termina hasta que empiezas a sentir cómo te va llegando la euforia a medida que te vas acercando a los kilómetros finales.
Sí, es difícil no pensar en otra cosa que no sea el soñar con que algo te distraiga y haga que esta difícil fase pase lo más rápido posible.
Pero por otro lado prefieres que todo siga así, pues esto te permite entrar en un estado de flujo que hace que pase el tiempo sin pensar demasiado en si te duele algo o en si vas mal. Es difícil de explicar si no lo has sentido en tu propio cuerpo, pero a veces, cuanto más dura es la experiencia más fácil es entrar en ese estado de flujo que hace que el tiempo pase sin que lo notes, que avance por sí solo, sin que tú vayas con él.
Km 31
Voy llegando al final de la 1ª Avenida. Más o menos estoy a la altura de la calle 120 y éste es uno de estos raros lugares del maratón en los que no hay demasiado público. Es una de las zonas más duras de la carrera, porque llevamos más de cinco kilómetros de una larga recta por un asfalto en no muy buenas condiciones. Además, (…) la carrera de verdad comienza más o menos entre el kilómetro 30 y el 32, o sea, más o menos estoy comenzando ahora el maratón de verdad.
Sí, ya sé que hace mucho que comenzamos a correr en Fort Wadsworth, en el puente Verrazano-Narrows, pero más o menos hasta el kilómetro 30 es fácil llegar si has estado entrenando bien para una carrera de más de cuarenta y dos kilómetros. Pero en esos entrenamientos casi nunca pasas de esta cifra y, casualmente, aproximadamente en el kilómetro 30, vayas al ritmo que vayas, es cuando las reservas de glucógeno en los músculos de tus piernas tocan a su fin, y si no has tenido la precaución de ir comiendo algo en esta primera parte, a partir de aquí es cuando empiezas de verdad a tener problemas para mantener el ritmo, y es cuando entras en un mundo nuevo, un mundo en el que solo al llegar a esta fase en un maratón vas a conocer realmente. (…) Y menos mal que hay público, porque si no seguramente empezarías a barajar como la posibilidad más lógica el retirarte de la carrera, sobre todo si ésta es de las que te hacen pasar más de una vez cerca de tu hotel. Por suerte, aquí en Nueva York además de que el público es el mejor del mundo sales de un sitio y terminas en otro, aunque, la verdad, si tu hotel está en el centro sería sencillo dejar la carrera al pasar el puente de Queensboro y seguir recto por la 60 para llegar a la zona de meta del Central Park. Pero aquí, en este maratón, retirarse sencillamente no es una opción y de hecho el porcentaje de gente que no termina la carrera es ridículo. Solo te puedes retirar por una lesión muy grave y dolorosa o algo así, pero aunque sea caminando, el margen para acabar es grande, no como en otros maratones que no dejan demasiadas horas para cerrar el control.
Km 32
Acabo de pasar el puente de Willis Avenue que conecta Manhattan con el Bronx. Ya solo queda un último puente, el de la Tercera Avenida que me volverá a llevar definitivamente a Manhattan dentro de un rato. Me quedan diez kilómetros, diez duros kilómetros. Cuántos entrenamientos de diez kilómetros rápidos habré hecho, y sin embargo ahora me parece una eternidad tener que correr diez kilómetros más. (…) Sé que una vez que esté llegando a los últimos kilómetros esta sensación de que me queda mucho y de que me duelen las piernas desaparecerá y se transformará en la ilusión desbordante que te da el terminar un maratón, y sobre todo este maratón que es único.

domingo, 26 de octubre de 2014

Clásica 4 puentes de Basauri

Bueno, hoy tocaba carrerita dentro del entrenamiento de fondo de los domingos. He participado en la XVI Clásica 4 puentes de Basauri, una carrera dura que no conocía.

Antes de la carrera he corrido unos 3,5 km de calentamiento y para alargar el total de distancia y tiempo recorridos, ya que esta carrera es de 11,9 km y se me quedaba algo corta. Eso sí, no será muy larga pero es muy dura, ya que el recorrido es por la carretera de Zaratamo en la que hay que subir (y bajar) un par de cuestas importantes, además de otros dos repechos que se me han atragantado un poco.
Ha sido una bonita mañana para correr, aunque demasiado calurosa. Después del calentamiento, he tomado la salida tranquilo y enseguida he encontrado mi lugar, bastante atrás, en el grupo. Hemos salido algo más de 200 personas y he llegado a meta en el puesto 164, pero contento porque he sabido mantener una buena media de pulsaciones en las subidas y he podido apretar en los últimos kilómetros pasando a unos cuantos participantes que me habían dejado en las subidas y bajadas.
Todo el rato he corrido con buenas sensaciones y en meta me he recuperado muy rápido.
Además, mi amigo Gontzal Bilbao (y compañero de club ciclista en la S.C. Bilbaina) ha ganado la carrera y su novia Saioa ha ganado entre las chicas. Enhorabuena a los dos.
Os dejo estas fotos que me ha sacado Carlos.




jueves, 23 de octubre de 2014

10 días para Nueva York (del km 21 al 25)

A falta de exactamente diez días para que más de 50.000 personas cumplan su gran sueño en Nueva York, sigo con la descripción de esta carrera que hace David, el protagonista de mi novela. Hoy toca del km 21 al 25. Casi ya en Manhattan.
Puente de Queensboro, que se atraviesa en el Maratón de Nueva York en el km 25 para entrar en Manhattan por primera vez.
Km 21
Subiendo el Puente Pulaski paso de Brooklyn a Queens y estoy a punto de atravesar la línea de la Media Maratón. A mi izquierda veo el Empire State Building, pero no disfruto mucho de su vista ya que el dolor de la pierna me hace detenerme en esta terrible cuesta del puente para ver si estirando un poco la musculatura se me pasa la desagradable sensación de que me va a dar un fuerte tirón en el gemelo. (…) Mientras me estiro, veo gente que sube el puente caminando. No es que sea mucha la pendiente, pero con más de veintiún kilómetros en las piernas, para muchos cualquier pendiente es demasiada. Y hoy yo soy uno de esos muchos.
Sigo corriendo despacio. Si ahora me duele así estoy empezando a preocuparme por lo que me espera en el segundo medio maratón. Menos mal que hoy no tengo ninguna preocupación por el tiempo que tarde en acabar la carrera. El día es bueno y pese a los dolores estoy disfrutando mucho del ambiente, así que si tengo que caminar algún rato de aquí a la meta no me va a importar en absoluto. (…)
La verdad es que este maratón, entre lo cansado que llegas a la salida y las cuestas que tienen los puentes, es bastante más duro que lo que cualquiera puede pensar. Pero a la vez, con este fantástico público y la gran motivación que todos los que estamos aquí tenemos por correr hoy, creo que seguramente será de los maratones en los que más seguridad tengo de que lo voy a terminar pase lo que pase.
Km 23
Corro por Queens, el barrio más extenso de Nueva York, a lo largo de la 44 Drive. La gente sigue animando con ganas a ambos lados de la calle y de vez en cuando algún grupo musical me anima para que no decaiga el ritmo. Es un tramo duro, no porque tenga cuestas, sino porque no es una de las zonas más bonitas del recorrido y estoy deseando entrar ya en Manhattan. Por eso agradezco a los músicos su entrega, que está a la altura de la de todos los corredores entusiastas. Parece una tontería, pero cada vez que empiezo a oír a lo lejos el sonido de una nueva animación musical mis piernas recuperan el ánimo y tratan de acompasarse a la música que escucho, música que siempre es alegre y excitante, muy bien elegida para la ocasión. Por ello les aplaudo a todos y aprovecho también para fotografiarlos. (…)
Normalmente, la música que más me permite desconectar suele ser la música que mantiene un ritmo pausado, como el de un metrónomo que me marca el ritmo. Y una de mis músicas favoritas para dejar la mente en blanco, para no oír a las piernas, al cuerpo, es la ópera de Philip Glass “Einstein on the beach”.
Los temas en los que las voces del coro enumeran sin parar los números son, simplemente, perfectos para correr.
Uno, dos, tres, cuatro. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis.
Solo con este estribillo en la cabeza puedo estar varios kilómetros como si me hubiese ido a otra dimensión. Es como un mantra perfecto que suena y suena en mi mente y ya no tengo que hacer nada más. Puedo estar así durante muchos minutos, y eso en un entrenamiento de horas corriendo en solitario es una bendición. (…)
Uno, dos, tres, cuatro. Uno, dos, tres, cuatro, cinco. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho.
Nunca acabará, como esta carrera nunca acabará para mí, pues aunque traspase la línea de meta yo siempre seguiré corriendo este maratón, ya que nunca podré dejar de pensar en esto que siento hoy en estas calles.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete,...
Km 24
Hacía tiempo que soñaba con estar ya aquí, en el puente de Queensboro, donde me coincide el kilómetro 24 del maratón. Hace poco que acabo de entrar en el puente y corro ahora sin el ruido de fondo del público. Es un buen lugar para soñar, para abstraer la mente del cansancio del cuerpo, del dolor de las piernas. A la izquierda, entre las vigas de acero del elegante puente, veo Manhattan y sus altos rascacielos. Enseguida pisaré Manhattan, ya queda cada vez menos.
Corro ahora dentro de la estructura del puente como si corriese por un túnel, ya que el propio puente me impide ver el total de lo que ocurre a mi alrededor. Es como en un sueño, en el que por muy real que te parezca todo lo que sueñas, la mayor parte del entorno del sueño se escapa a tu percepción. Sí, sabes lo que pasa y lo sabes muy bien, pero no eres capaz de describir el lugar en el que pasa, no eres capaz de saber exactamente cómo es el entorno en el que estás cuando sueñas con algo que parece real.
Y soñar ahora, en el kilómetro 24, entrando en el puente de Queensboro, es algo que me ayuda a seguir el ritmo, a evadirme unos instantes de las sensaciones del dolor y del sufrimiento. Me ayuda a avanzar hacia la meta final. Nunca hay que dejar de pensar en nuestra meta final.
Km 25
Es una suerte que el kilómetro 25 del maratón de Nueva York esté en un punto tan fantástico como en pleno puente de Queensboro. Es uno de los pocos lugares del recorrido en el que no hay público, pero, aun así, es tan bonito que lo disfrutas igual. Ahora solo oyes los pasos de los demás corredores y muchos aprovechamos para parar un momento y sacarnos una foto con Manhattan al fondo al costado del puente, con el East River bajo nuestros pies.
Y digo que es una suerte que esté en un lugar tan especial porque en un maratón el kilómetro 25 suele ser un punto crítico, ya que ya llevas corriendo más kilómetros que lo que has entrenado normalmente los días de entrenamientos largos, y a la vez te quedan un montón de kilómetros por delante, tantos que si estás ya cansado, y seguro que lo estás, puedes llegar a tener dudas de si conseguirás llegar a la meta. Es un punto en el que puedes decir, sin lugar a dudas, que estás lejos de todo, lejos de la salida, lejos de la meta y lejos de empezar a tener esa agradable sensación de euforia que te inunda cuando ves que lo vas a lograr. (…)
Y hoy, aquí, en este puente que me gusta tanto, mi yo de hoy está contento. Sí, es cierto que me duelen las piernas, pero no es menos cierto que estoy disfrutando de esto como nunca lo he hecho y como nunca lo haré, pues nunca más correré por primera vez el Maratón de Nueva York, nunca más podré tener estas mismas sensaciones que tengo hoy, nunca más seré tan feliz pase lo que pase tras atravesar la meta.
Y con esto basta para seguir adelante, siempre adelante.

martes, 21 de octubre de 2014

Maratón de Nueva York, del km 16 al km 20: Brooklyn.

A menos ya de dos semanas para una nueva edición del mejor maratón del mundo, sigo con la descripción de David, el personaje de mi novela del maratón, ahora terminando de atravesar Brooklyn desdel el km 16 al km 20 de la carrera.

Km 16
Inmersos en pleno barrio judío de Brooklyn, en el cruce de la calle Wallabout con la larga Avenida Bedford por la que ya llevamos un buen rato corriendo, mis sueños, mis pesadillas, se quedan atrapados en mi mente. La pierna me está empezando a molestar y quedan demasiados kilómetros por delante como para no pensar en la pesadilla que puede ser correr así hasta la meta. La frialdad con la que nos acogen la mayoría de los vecinos de esta zona de la ciudad hace que cualquier contratiempo que tengamos, cualquier dolor, cualquier molestia, pase a ser el centro de atención de la mente, ya que no hay muchas distracciones ni un público entusiasta que me haga olvidar el hecho de que la pierna se me está cargando ya demasiado.
He de echar mano de toda la fuerza de voluntad y la motivación que todo buen corredor de maratones debe tener. Me concentro en evitar que el dolor se adueñe de mis pensamientos y trato de recordar los buenos momentos y la ilusión de este viaje, de esta carrera, y vuelvo a visualizar una vez más el gran momento que será para mí la entrada en la zona de meta en Central Park. No importa lo que esté pasando ahora por mi mente ni por mi cuerpo. No importa el dolor. El dolor es algo pasajero. No importa que los judíos que viven aquí no sientan que los que estamos corriendo hoy en Nueva York estamos viviendo uno de los mejores días de nuestra vida. Nada importa salvo el objetivo final, que no es otro sino terminar esta carrera, la carrera de mi vida. El gran sueño que ha sido durante tantos años se está haciendo hoy realidad y, pase lo que pase tras cruzar la meta, no debe transformarse en una pesadilla.
Km 17
En esta zona de Brooklyn, en Williamsburg, entre otras comunidades se agrupan los judíos ortodoxos jasidistas, y son fáciles de distinguir por sus vestimentas tradicionales, sus sombreros y su peinado. Bueno, el peinado en los hombres, ya que las mujeres no pueden mostrar su cabello salvo a su marido en la intimidad del hogar.
Visto desde fuera es curioso y llama la atención que en pleno siglo XXI, y en una ciudad tan cosmopolita, vanguardista y abierta a todo lo nuevo como es Nueva York, puedan seguir viviendo personas tan ancladas en su tradición. Pero esto no hace sino recordarme la importancia de la religión en nuestra vida.
Km 18
El kilómetro 18 de un maratón es una zona dura. Ya se nota el cansancio y el final está lejos, muy lejos. Aquí, en Nueva York, hay muchas voces que te ayudan a que estos largos kilómetros de la parte media de la carrera pasen con más facilidad sin que te dé tiempo a pensar en nada más que no sea en correr y en saludar al público, que se lo merece, que nos lo agradece.
Es una fase en la que el cuerpo empieza a sentir el shock del maratón, donde realmente empiezas a darte cuenta de lo que significa correr tantos kilómetros. Ahora te empiezan a doler realmente algunos músculos y no puedes evitar pensar que aún te queda mucho más que la mitad de la carrera por delante. Las dudas te asaltan y el miedo a no terminar la prueba, el miedo a un fracaso te puede llegar a atenazar.
Por eso es importante elegir bien en qué maratón vas a correr por primera vez esta distancia, ya que si llegas a este punto y hay pocos corredores y hay poco público es muy probable que pienses realmente en la retirada.
Pero eso no puede pasar en el Maratón de Nueva York. No, aquí no. Aquí hay mucha gente a tu alrededor, muchos otros corredores y muchas voces que te empujan hacia la meta, que te impiden pensar siquiera en no terminar.
Km 19
Poco a poco vamos terminando de correr por Brooklyn. Sigue habiendo público, aunque ya no es la avalancha que nos ha recibido al terminar de cruzar el puente de Verrazano y entrar en el barrio. Ahora voy atravesando un pequeño parque al final de la Avenida Bedford y aunque noto la tirantez en el gemelo, todavía no me duele de verdad. No miro el reloj. ¿Para qué? Sé que estoy corriendo muy lento, mucho más que en cualquiera de los entrenamientos largos que he hecho los meses anteriores, pero no importa, estoy disfrutando un millón de veces más. Todo es casi como lo había soñado. El público, el ambiente, mis sensaciones, mi alegría,... Cada vez que alguien del público me anima por mi nombre sonrío aún más y se lo agradezco de corazón. Sé que parece una tontería, pero los ánimos del público me empujan de verdad y mis piernas intentan seguir el ritmo alegre de mi corazón.
Km 20
Mientras corro ahora por Greenpoint, al norte de Brooklyn por la Avenida Manhattan, cerca del kilómetro 20 de la carrera, veo una bonita iglesia católica a la derecha de la calle. Es la Iglesia de San Antonio de Padua, que con su fachada de ladrillo rojo me llama la atención.
El recuerdo de mi paso por Kim el año pasado me viene a la mente al acordarme de la Iglesia de Cristo y de su ferviente seguidor. Fue una noche memorable y durante unos metros no pienso en el dolor de mi pierna, ni en mi corazón trabajando cuando aún ni siquiera he completado la mitad del maratón, ni en el esfuerzo.
Pienso en aquel pueblo perdido en la mitad de la nada, un pueblo de poco más de medio centenar de habitantes y comparo su vida con la de los millones de habitantes de Nueva York. Allí se conocen todos y aquí apenas se conoce nadie. Allí apenas hay nada que hacer tras el trabajo, y aquí lo difícil debe de ser el no tener nada que hacer.
De todas formas, incluso en una ciudad tan grande como Nueva York, la vida de las personas no difiere tanto como la de los que viven en un pueblo. Una vez leí que el número de personas con las que nos relacionamos de manera fluida en nuestra vida es más o menos de un par de centenares como mucho, y da lo mismo que vivamos en un pueblo de pocos centenares de vecinos que en una ciudad de varios millones de habitantes, ya que, al final, es difícil que interactuemos con mucha más gente que ese par de centenares.
Pero sigo pensando en Kim, Colorado, y deduzco que para relacionarse allí con dos centenares de personas habrá que conducir muchos kilómetros hasta los pueblos más cercanos. Seguramente más de los veinte kilómetros que llevo recorridos hasta ahora.

domingo, 19 de octubre de 2014

Bilbao Night Marathon

Bueno, ayer se celebró una nueva edición del Bilbao Night Marathon. Fue un gran éxito. Hubo mucha participación y había mucho público, por lo menos durante las primeras horas de la Media Maratón. En muchos lugares del circuito el gran número de gente animando recordaba a las grandes citas internacionales. Esperemos que siga así.
(Foto del 2013 tomada del fecbook de la organización).

El nuevo circuito es mucho mejor que el del año pasado, pero así y todo, y por lo que me ha comentado gente que salió en los primeros cajones, había bastantes tramos en los que era difícil correr a gusto. Yo salí en el cajón nº 4 y sin pretensiones de ir rápido, así que no noté mucho este problema, aunque sí me encontré en algún momento con dificultad para adelantar a algunos corredores.
La verdad, es que me parece muy difícil hacer un circuito sin salir de Bilbao para correr un maratón con esta cantidad de participantes (unos 10.000 en los primeros kilómetros entre las tres distancias) y tener fluidez en la carrera. Bilbao no cuenta con muchas grandes avenidas y creo que o bien se saca parte del circuito hacia las afueras (por ejemplo hacia Zorroza por la carretera de Sodupe o hacia la ría), o se limita la participación a un menor número de corredores, o bien se hace que la carrera "pirata" no coincida con la Media y la Maratón.

Me gustó:
El circuito, pese a lo comentado.
El ambiente.
El público.
El regalo del chaleco.
El servicio de Guardarropa.
La organización en general.
Los voluntarios que atienden con simpatía.

No me gustó:
El calor.
El que la carrera pirata se separase del circuito principal en el puente de Deusto para luego volver a juntarse en Abandoibarra, un tramo estrecho, con las consiguientes molestias.
El que las tres metas no estuvieran más claramente diferenciadas.
El que haya gente que salga en los grupos "rápidos" que en realidad corre "lento".
Las pocas duchas que había (no lo comprobé en persona pero parece que no eran suficientes).
Los voluntarios antipáticos.

En fin. En lo personal hice lo que había pensado y fue un buen entrenamiento. Me apunté a la carrera pirata, pero seguí hasta el km 14 acompañando a unos amigos y en total complete los 15 km que tenía previstos correr a ritmo medio suave.
Es mi tercera participación, dos en la media y este año en la pirata. No creo que me anime alguna vez a correr este maratón. Terminar a las tantas y con pocos compañeros no me motiva. Creo que esta carrera podría ser una de las mejores y más atractivas Medias Maratones de la península, pero no me termina de convencer la idea del Maratón nocturno.

jueves, 16 de octubre de 2014

km 14 y 15 del Maratón de Nueva York

Seguimos avanzando en mi novela por la carrera de la Gran Manzana. Hoy tocan los km 14 y 15.

Km 14
Corriendo ahora por el kilómetro 14 de esta carrera por Clinton Hill, en la Avenida Lafayette, la gente se agolpa en las escaleras de acceso a los portales de sus casas con carteles, con música y con gritos de ánimo.
Sí. Nueva York es una gran ciudad, pero es una gran ciudad formada por multitud de pequeños pueblos, pueblos de algunos miles de personas, a veces, pero otras son solo unos centenares los que interactúan formando pequeñas comunidades.
Km 15
Paso el kilómetro 15 de la carrera a un ritmo lento. Dejamos atrás la Avenida Lafayette y un giro a la izquierda nos introduce en la Avenida Bedford, la cual seguiremos durante un largo rato hacia Queens. Estamos ahora entrando en la zona sur de Willamsburg, el barrio de los judíos ortodoxos, por donde correremos unos cuantos minutos ante la indiferencia de algunos de ellos. Pero no nos importa. Ellos tienen su vida y nosotros la nuestra, y la nuestra, la mía, ahora solo consiste en correr, correr, correr…
Pero en un maratón hay mucha diferencia entre correr bajo los aplausos del público o correr ante su frialdad, y aquí, en las zonas en las que menos gente nos anima, es cuando empiezan a asomar las malas sensaciones por cualquier resquicio. Si hasta ahora nada me dolía, nada me importaba, nada me frenaba, desde el instante en el que momentáneamente se han dejado de oír esos fantásticos gritos de ánimo, una molestia que antes no llegaba apenas ni a sentirla se ha hecho dueña de mi gemelo derecho.
Es curioso el juego que se traen entre manos mi cuerpo y mi mente. Si la mente se distrae, el cuerpo no puede hacerse oír. Da lo mismo si el dolor es grande o no, ya que apenas me doy cuenta del mismo. Sin embargo, en cuanto la mente deja de tener estímulos en los que concentrarse, cualquier pequeña incidencia pasa a ser el centro de atención de mi cuerpo, y cuando solo llevas quince kilómetros en un maratón, con más de veintisiete kilómetros aún por correr, esa incidencia, esa molestia, puede arruinarte la moral y hacer que no corras bien por estar todo el rato pendiente de si el dolor va a más o si se mantiene. Piensas en cuál puede ser la causa. ¿He bebido poco? ¿Será el cansancio de ayer? Seguro que es porque no he dormido bien. Ayer debí haber descansado más. Tenía que haber hecho más estiramientos en la salida.
Todas estas ideas dan vueltas y vueltas en mi cabeza. Y el dolor, la molestia, empieza a preocuparme de verdad, hasta que en una esquina, un nuevo grupo musical, un nuevo gentío entusiasta, un nuevo grito de “Go, David” logran sacar mi cabeza de ese bucle demoledor, de esa sensación de que todo empieza a ir mal. Y entonces vuelvo a sonreír, vuelvo a ser optimista, vuelvo a disfrutar de correr, vuelvo a ser feliz de poder estar aquí pase lo que pase más tarde.

Así es un maratón. A veces estás bien y otras veces te sientes hundido. Así es la propia vida.

domingo, 12 de octubre de 2014

Carrera solidaria contra el cáncer de mama de Bilbao (y sigo corriendo por Brooklyn)

Este domingo he participado en la Carrera Solidaria contra el cáncer de mama de Bilbao. Como me tocaba correr 1:10, según mi plan para Sevilla'15, he corrido primero unos 6 km a ritmo suave, luego mientras iba a la salida y calentaba he sumado otros dos más, y luego ya he corrido los aproximadamente 5 km de la carrera, terminando a ritmo fuerte.
Ha sido una carrera bonita, con mucha gente y un ambiente relajado. Y muchas mujeres corriendo, muchas más que en una carrera normal. Eso es bueno.
Algunos comentarios:
- La salida oficial se ha retrasado más de 20 minutos. Menos mal que no hacía frío y no llovía. No sé la causa del retraso porque apenas podía entender lo que se decía en la megafonía, pero como es una carrera benéfica este retraso no tiene la menor importancia. Sus razones habrán tenido. Son cosas que pasan.
- Había una salida para los que iban en patines (no les he visto, o sea, que no habrá habido problemas), luego la salida para los corredores y otra para los que iban a completar el recorrido caminando. Sugerencia para los que caminan: si vas a hacer el recorrido caminando, o si sabes que vas a correr un rato y luego vas a caminar, sal atrás. Se ha montado un buen tapón porque nada más salir ya había bastante gente delante que solo caminaba, y además en paralelo mientras charlaban con los amigos impidiendo que los que querían correr les pasaran fácilmente. Y si te paras a caminar a mitad del recorrido, échate a la derecha y así el flujo de corredores es más rápido.
- No entiendo a la gente que va a estas carreras con auriculares. Primero, porque no sienten lo que pasa a su alrededor, y así, creo, se pierden el ambiente de las carreras, que es lo bonito. Y segundo, porque al ir escuchando música no oyen las peticiones de los que van detrás para poder pasarles sin problemas.
- En la meta había varios altavoces, y cuando entras solo oyes el que está justo allí, y si el "speaker" dice "no hagáis tapón allí, mejor venís para aquí, que hay menos gente", pues como no vemos desde dónde nos habla pues su "allí" es nuestro "aquí" y nos hacemos un lío para saber a dónde es mejor que nos movamos.
Pero, como os he dicho, ha sido una bonita mañana de correr por Bilbao. Cada vez se ve más gente corriendo y este tipo de eventos, además de para recaudar dinero para un fin solidario, sirven para animar a la gente a hacer deporte, que siempre es conveniente.

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Bueno, y siguiendo con la descripción del Maratón de NYC, os pongo hoy aquí los pensamientos del "prota" de mi novela mientras sigue corriendo por Brooklyn.

Km 12
Casi al final de la Cuarta Avenida, en Brooklyn, cuando ya llevo algo más de una hora de carrera, es casi imposible sentirse solo, pues entre los corredores y el público somos unos cuantos miles de personas los que ocupamos cada una de las manzanas de esta parte de la ciudad.
Sin embargo, pese a correr en Nueva York esta carrera junto a más de cincuenta mil corredores, cada uno de nosotros estamos solos con nuestros miedos, nuestras inquietudes, nuestros sentimientos y nuestras sensaciones. Y es imposible que no sea así, pues correr es un deporte individual, como el ciclismo o escalar montañas. Sí, los compañeros te ayudan y te animan, y gracias a ellos son más soportables y llevaderos el dolor, el cansancio y la aflicción que te causa el lanzarte a una aventura como es correr un maratón.
Uno de los padres del Tour de Francia, Henri Desgrange, explicó esto que siento ahora con estas palabras acerca de la montaña en el ciclismo: “En la montaña el ciclista no se enfrenta solamente al relieve, está entregado a sí mismo y toma conciencia de su terrible soledad”. Sí, es terrible esta soledad que sentimos los corredores y los ciclistas en los momentos duros. Es terrible porque estás rodeado de otros compañeros, estás sintiendo los ánimos del público, estás siendo literalmente empujado por miles de alientos hacia la meta pero, sin embargo, nadie más que tú sabe lo que sientes, sabe lo que has de luchar por seguir, por no rendirte. Nadie, por mucho empeño que ponga en animarte, puede correr por ti, puede pedalear por ti.
Y también siempre que corro, aunque sea aquí, con tanta gente, no dejo de recordar lo que escribió Alan Sillitoe sobre la soledad del corredor:
“...y entonces conocí la soledad que siente el corredor de fondo corriendo campo a través y me di cuenta que por lo que a mí se refiere esta sensación era lo único honrado y verdadero que hay en el mundo, y comprendí que nunca cambiaría, sin importar para nada lo que sienta en algunos momentos raros, y sin importar tampoco lo que me digan los demás”.
Y es que es la pura verdad. Correr es algo honrado, algo que nunca nos engaña. Si estás bien, corres bien, y si estás mal, corres mal. Así de simple. No importa nada más. Solo ser honrado contigo mismo.

Km 13
El kilómetro 13 del Maratón de Nueva York está al comienzo de la Avenida Lafayette, en la esquina con la Calle Fulton, en pleno Brooklyn. Hay un pequeño parque, ideal para que los vecinos lleven a sus hijos a jugar un rato. El Marqués de Lafayette fue un militar y aristócrata francés que, curiosamente, se convirtió en uno de los héroes de la Guerra de la Independencia de los EE.UU. contra los ingleses a las órdenes de George Washington. También tuvo un papel principal en la Revolución Francesa.
Sí. Correr este maratón sirve para conocer la historia de la ciudad de Nueva York y aprender algo de la historia de los EE.UU., una historia breve para los que vivimos en Europa, pero una historia tan interesante como la de cualquier otro país del mundo. (…)

Sí, llevo algo más de una hora corriendo, noto alguna molestia muscular que aún no debía haber llegado, pero lo único que siento es alegría y agradecimiento. La alegría por poder estar aquí, por poder sentir y vivir estos momentos únicos en mi vida. 

miércoles, 8 de octubre de 2014

Seguimos recorriendo la Gran Manzana

Pues aquí sigue el protagonista de mi novela corriendo por la Gran Manzana en dirección a esa soñada meta de Central Park.
¿Te apetece seguirle?

Km 9
Mientras corro por el kilómetro 9 por esta zona de Brooklyn, más o menos en la esquina de la 4ª Avenida con la 30, pienso en lo diferente que es Nueva York según en qué parte de la ciudad estés. Al contrario que en la mayor parte de Manhattan, donde te cuesta ver el cielo por la cantidad de edificios altos que te rodean casi todo el rato, aquí los que nos rodean son prácticamente edificios bajos en calles anchas. Pero, pese a esta diversidad urbanística, no puedes sustraerte a la idea de que estás en esta gran ciudad.
Nueva York es mucho más que unos rascacielos impresionantes. Nueva York es una forma de ser, una forma de vivir. Y da lo mismo que solo seas un turista pasando unos pocos días en la ciudad, pues enseguida te das cuenta de que Nueva York es diferente a cualquier gran ciudad que conozcas y no puedes evitar sentir que esta ciudad es otra cosa, que esta ciudad tiene algo que la distingue del resto de grandes ciudades, que esta ciudad hace que la sientas como parte de ti una vez que la conoces.
Y todos los corredores que venimos a correr el Maratón de Nueva York sabemos que ya estamos ligados a la Gran Manzana para siempre, que a partir de ahora ésta será nuestra ciudad, nuestra casa, que a partir de ahora seremos un poco neoyorquinos, y todo lo que le pase a esta ciudad nos afectará como si nos ocurriera a nosotros. No podemos evitarlo. Como no podemos evitar sentirnos otra persona una vez que inicias la aventura de correr un maratón.

Km 10
El kilómetro 10 de un maratón es un momento importante en la carrera. Se puede decir que ya has terminado la primera parte de adaptación a la distancia, tu cuerpo ya está trabajando a pleno rendimiento y eres capaz de ver cómo estás respondiendo a los kilómetros y puedes ya adivinar cómo va a transcurrir el día.
Por supuesto, es demasiado pronto para tener problemas, y si los tienes debes evitar pensar mucho en ellos, porque probablemente solo sean producto de la tensión y de la ansiedad de enfrentarse a un maratón. Además, mi experiencia me dice que esos problemas que puedes tener en estos primeros kilómetros no son los que te van a poner en aprieto más tarde. Por ahora solo son pequeñas tensiones musculares debidas al propio nerviosismo de la carrera y al temor que todo corredor tiene a que un dolor le obligue a abandonar. Pero esos dolores de verdad no suelen aparecer tan pronto en un maratón, no. Los problemas serios, los dolores de verdad empiezan cuando ya te vas acercando al kilómetro 30, cuando empieza realmente un maratón.
Aquí, en Nueva York, el kilómetro 10 está en la esquina de la 4ª Avenida con la 19, más o menos a la mitad de esta larga recta que es la 4ª Avenida, en pleno Brooklyn.

Km 11
(…) solo llevo once kilómetros recorridos. Ahora solo debo pensar en correr, en avanzar por esta larga Cuarta Avenida a lo largo de Brooklyn, en retener los ánimos del público y en gozar de esta carrera tan mágica. Durante unas horas tal vez pueda olvidar lo que me espera y disfrutar como nunca antes he disfrutado corriendo.
Al fondo se ve el altivo edificio Williamsburg Bank, con su torre con cuatro relojes en las cuatro direcciones, que nos señala como un faro el punto de giro al final de la Cuarta Avenida en la Hanson Place para entrar durante un pequeño tramo por la Avenida Flatbush antes de coger la Avenida Lafayette. Es uno de los edificios icónicos de esta parte de Brooklyn y se terminó de construir en 1929, el famoso año del crack de la Bolsa de Nueva York.
Corro, pues, hacia él, hasta el final de esta recta, una más de las muchas largas rectas que se reparten a lo largo del maratón. Las rectas son malas compañeras para los corredores. Sí, en teoría son cómodas para correr y seguras para los tobillos y las rodillas, que no sufren como lo hace en los giros bruscos y en los cambios de ritmo. Sin embargo son letales para la moral del corredor, ya que nos hacen tener la incómoda sensación de que no avanzamos, de que estamos en un bucle interminable en el que nuestros pasos tan solo hacen girar una gigantesca cinta de correr que hay bajo el asfalto, como cuando corres en el gimnasio. Y cualquiera que corra sabe que la moral es muy importante, sobre todo en un maratón.
Por eso, en estas rectas escojo no mirar mucho hacia delante, sino mirar a la gente, al público, a los edificios, a los demás corredores. Hay que procurar cerrar la entrada a los malos pensamientos, a las malas sensaciones. Cualquier maniobra de distracción es válida para lograr el objetivo de correr y disfrutar corriendo.
Sí. Sabes que si lo logras todo parecerá terminar mucho antes.

domingo, 5 de octubre de 2014

Kross Popular de Bilbao La Vieja y New York, km 6 y 7

Hoy he participado en el XIII Kross Popular de la Asociación de Comerciantes de Bilbao La Vieja. Una bonita carrera de 6 km (aunque en el cartel pone 7 km) que me ha servido para terminar mi fase de pretemporada que inicié a primeros de septiembre. A partir de la semana que empieza mañana, si la salud me lo permite, ya voy a comenzar el Plan de Entrenamiento que me he preparado para intentar hacer el Maratón de Sevilla, al cual estoy preinscrito por ahora.
La idea es ir de menos a más y hacer, básicamente, lo mismo que hice a primeros de este año para el Maratón de Rotterdam de abril, en el que acabé muy satisfecho, salvo que esta vez he preparado un plan de 20 semanas en lugar de uno de 15, ya que al de Rotterdam llegué tras un breve descanso después de correr en noviembre de 2013 el Maratón de Nueva York y el de San Sebastián. Esta vez prefiero entrenar más semanas ya que vengo de un descanso largo y de una situación de salud no muy buena, así que necesito más kilómetros de base.
La carrera de hoy ha sido muy bonita. No mucha gente pero con un ambiente muy del barrio de San Francisco y Bilbao La Vieja, una zona de Bilbao con personalidad propia, nada que ver con la zona en la que me muevo yo habitualmente pero una zona interesante y a la que mucha gente le tiene un gran cariño, y muy merecido, por cierto.
He corrido como si fuera un entrenamiento, un poco más rápido, lógicamente, pero siempre intentando mantener el pulso controlado. Y he llegado a la meta muy bien y con buena recuperación. Estoy contento.

Os dejo aquí la continuación de la descripción del Maratón de Nueva York que vive el protagonista de mi novela (aún inédita):

Km 6
En el kilómetro 6 de la carrera ya estamos plenamente inmersos en una de las primeras largas rectas que tendremos que atravesar. Hemos entrado hace algo más de un kilómetro en la 4ª Avenida y nos quedan unos cuantos más hasta salir de esta primera tortura mental que es toda larga recta en una carrera de fondo. Por suerte, ahora estoy físicamente muy bien y como hace pocos kilómetros que hemos entrado en Brooklyn, donde el público nos anima muchísimo, es fácil mantener un buen ritmo y sentirnos optimistas y llenos de euforia.
Mi único deseo en este instante es que todo siga así hasta la meta. Mis piernas por ahora van muy bien, los ánimos de la gente son fabulosos y mis sentimientos y sensaciones no pueden ser más optimistas. Éste es un tramo para disfrutar del ambiente, y esto es lo que hago, tan solo disfrutar. Ni siquiera la duda de lo que me espera al cruzar la meta me impide gozar de estos momentos con la máxima intensidad. Los gritos del público acallan cualquier otro grito que pueda salir de mi alma atormentada por los hechos del año anterior.
Ojalá no cesaran nunca estos ánimos. Ojalá esto fuera así para siempre. Ojalá nunca llegue a la meta. Ojalá mi vida acabara así.

Km 7
A la altura de la calle 59 sigo corriendo por esta larga 4ª Avenida. Llevo ya siete kilómetros recorridos. Casi nada en una carrera tan larga. Se suele decir que más o menos a esta altura de la carrera es cuando empieza la fase de negación en un maratón, ya que es cuando es fácil que pensemos en que no vamos al ritmo que nos hemos marcado, o nos acordemos de que no hemos hecho alguno de los rituales previos a un maratón, como estirarnos, darnos vaselina en los puntos de fricción o que no hemos traído la tableta de glucosa que habíamos preparado para los últimos kilómetros.
Pero hoy, por suerte, no tengo ninguno de estos pensamientos negativos. Voy más lento de lo previsto, sí, pero no me importa en absoluto y me da igual si no me he preparado bien las horas previas a la salida. Hoy todo me da igual. Solo deseo disfrutar de todo el recorrido y llegar a la meta lo mejor posible. Me da lo mismo a la hora que llegue.
Hoy solo es importante vivir con la máxima intensidad este sueño de correr en Nueva York. Hoy solo importa sentir cada instante como si fuera mi última carrera, ya que es muy probable que hoy sea de verdad mi última carrera.

jueves, 2 de octubre de 2014

Del km 3 al km 5 de Nueva York.

A un mes exacto de la gran cita con la que más de 50.000 personas llevan soñando desde hace meses, os sigo poniendo aquí extractos de mi novela en la que el protagonista corre, por fin, el Maratón de Nueva York.
Hoy toca del km 3 al km 5. Unos kilómetros para calentar, para despertarse, para seguir soñando y para descubrir, por fin, qué significa correr allí.

Km 3
Poco después de completar los primeros tres kilómetros, y tras haber dejado atrás el fantástico paso en la intimidad por el Puente Verrazano-Narrows, la entrada a las calles de Brooklyn nos recibe a todos los corredores en una orgía de placer, de música, de gritos, de ánimos y de pasión desbordante. Las primeras notas que llegan a nuestros oídos mientras nos acercamos a los primeros grupos musicales que a partir de ahora jalonarán los cuarenta y dos kilómetros de la carrera estallan en nuestros sentidos como un orgasmo inevitable.
La gente, al igual que todos los que corremos, se vuelve loca según llega el maratón a las calles de Nueva York, a las calles de Brooklyn, y es imposible agradecer a todos sus gritos de ánimo, sus aplausos y la energía que nos transmiten. 
Km 4
Tras girar en la calle 92 hacia la derecha, entro poco antes del kilómetro 4 en la larga y casi interminable 4ª Avenida, que me hará avanzar unos cuantos kilómetros hacia el norte casi en línea recta. Aún estoy con el shock que supone pasar de la soledad del puente Verrazano-Narrows a la algarabía de estas primeras manzanas por Brooklyn y de los primeros minutos rodeado de aplausos, público, música y animación, y casi no puedo recuperarme de tanta emoción porque la sensación de éxtasis total sigue plenamente vigente en mi cabeza.
Las piernas corren solas ahora y empiezo a quitarme de encima el frío de la mañana que me ha inundado el cuerpo mientras esperaba la hora de la salida en Fort Wadsworth, por lo que me desprendo del fino chubasquero con el que he empezado la carrera y que no me hará falta hasta dentro de unas horas, cuando cruce la meta en Central Park.
Y este gesto, el de quitarme el chubasquero, hace que sea visible para el público mi camiseta con mi nombre impreso en ella. Y llega la emoción de sentir cientos de voces animándome por mi nombre en las calles de Nueva York, algo con lo que soñaba desde hacía meses y por lo que merece la pena pasar por todo lo que he pasado para correr esta carrera.
Km 5
El kilómetro 5 de un maratón es como la primera boya a la que hay que dar la vuelta en una regata. Sirve para comprobar el ritmo medio al que estás corriendo y sirve para recordarte que debes empezar a beber cada cinco kilómetros para no tener más tarde problemas físicos. (…)
Esta zona de Brooklyn parece muy agradable para vivir. Las casas son bajas, como las de una ciudad normal europea, la calle es ancha y el ambiente de la gente que nos anima desde los diferentes portales es fantástico. Dan ganas de pararse y charlar un rato con estas personas, sobre todo con las que nos animan con música desde algunos portales que tienen un pequeño jardín a la entrada. ¡Qué diferentes son los barrios de Nueva York! ¡Qué diversidad puede llegar a haber en esta ciudad!
También somos muy diferentes todos los que estamos corriendo hoy aquí. Miro alrededor y veo gente de todas las edades, de todos los países, de todas las razas. Pero hoy todos corremos unidos en un único objetivo, que no es otro sino disfrutar de algo único en el mundo, de sentir esto tan fuerte que estamos sintiendo todos hoy, seamos de donde seamos, seamos como seamos. Y todas estas sensaciones nos llegan tan profundamente al fondo de nuestro ser que, apenas recorridos estos breves kilómetros de la carrera, estoy seguro de que todos nosotros ya solo pensamos en que ojalá podamos repetir esta experiencia más veces en lo que nos resta de vida.