sábado, 21 de noviembre de 2015

Pese a todo, hacer deporte es más sano que no hacerlo

He dejado pasar un par de semanas desde la “Behobia – San Sebastián” para comentar algo sobre el triste fallecimiento de un compañero corredor nada más pasar la meta. Y he querido que pase el tiempo para que se calmen las aguas y podamos reflexionar con la calma que merecen estos hechos y no desde el dolor y el pesar del momento que, muchas veces, nos impiden analizar como es debido las cosas.
Como desconozco las causas exactas que provocaron el fallecimiento del joven navarro no voy a comentar nada sobre este caso concreto. Tan solo enviaré desde aquí un abrazo a sus amigos y a su familia, que sé que es poco consuelo, pero…
Tras estos hechos todos los medios de comunicación del País Vasco, y muchos de fuera, abrieron sus informativos con la noticia y colocaron en portada este triste hecho. Se dedicaron horas de tertulias en las que en algunas, con suerte, hablaba gente con conocimiento del tema (entrenadores, médicos deportivos, corredores experimentados,…), pero que en la mayoría de los casos los que daban su opinión poco o nada demostraban saber sobre lo que es la salud y el deporte. Solo quiero decir a este respecto que eso que se suele decir de que todas las opiniones son respetables es mentira. Son respetables las personas que expresan su opinión, pero muchas veces sus opiniones no son respetables, sino que hay que trabajar para que las cambien (¿o acaso eran respetables las opiniones de Hitler?).
Sé que muchos de estos tertulianos hablaban de buena fe, pero que alguien diga que correr es peligroso y que los que lo hacemos es porque está de moda y por sacarnos la foto, pues hombre, yo no respeto esa opinión.
Bueno. Voy al grano.
Una idea está clara, y además la he consultado con algunos médicos: Hacer deporte es más sano que no hacer deporte. El número de muertes por infarto es mayor entre personas sedentarias que entre personas deportistas.
Sin embargo, y como ha ocurrido en el caso de este año en la Be-SS, al ver los periódicos del día siguiente cualquiera llega a la conclusión de que los que corremos estamos flirteando con la muerte en cada kilómetro. Se entiende que un fallecimiento en esa carrera sea una noticia, y claro, no es noticia que nos digan cuántos infartos hubo ese domingo en el País Vasco en personas sedentarias, que comen y beben en exceso, que trasnochan, etc.
Sí. Hacer deporte es más sano que no hacerlo. Pero, por supuesto, cualquiera que vaya a correr carreras del tipo de la Be-SS, o que vaya a iniciarse en el deporte, debe tener también la cabeza suficiente como para, de entrada, hacerse un buen chequeo médico con prueba de esfuerzo que le asegure que su cuerpo no tiene ninguna patología incompatible con el deporte, y para luego saber cuál es su ritmo, qué distancia puede o no correr con salud, y para saber escuchar a su cuerpo y decidir, si es el caso, retirarse en una carrera antes de ponerse en riesgo.
Y no estaría de más que los organizadores de pruebas deportistas populares exigieras a los participantes una prueba de esfuerzo reciente, como se hace en Francia y en otros muchos países. Por supuesto el Riesgo Cero no existe, pero seguramente habría menos sustos en las carreras.
Yo creo que solamente con esas precauciones la mayoría de la gente puede correr (o hacer otros deportes) sin tener que preocuparse más de la cuenta. Va a mejorar su salud y su autoestima, va a poder hacer nuevos amigos, va poder conocer nuevos lugares, y, sobre todo, va a sentirse mucho mejor.
Yo, que vengo del mundo del ciclismo, he escuchado muchas veces eso de que correr un Tour de Francia te quita años de vida, que no hay ganadores del Tour que hayan llegado a viejos, y cosas así.
Siempre lo he puesto en duda, sobre todo lo de que los ganadores del Tour no llegan a viejos, ya que no hay un número suficientemente grande de ganadores del Tour como para hacer un estudio comparativo con personas de su edad y entorno.
Pero hace poco, leyendo el libro “Por qué corremos: Las causas científicas del furor de las maratones”, de los argentinos Ambrosio y Losada, me encontré con este estudio científico:

“{Una investigación} hecha en el departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia, analizó vida y muerte de 834 ciclistas franceses, belgas e italianos nacidos entre 1892 y 1942, y que terminaron al menos un Tour de France entre 1930 y 1964, y la comparó con los datos de los censos de población general de esos mismos países. El resultado es espectacular. Mientras el índice de supervivencia de la población general es del 50% a los 73,5 años, casi el 70% de los participantes del Tour aún estaban vivos a esa edad, y el índice del 50% lo alcanzaban a los 81,5 años, lo que significa, según los autores, un 17% de incremento en la longevidad media.”

Más claro agua. Deportistas de elite, ciclistas que terminaron el Tour en los años en los que el ciclismo era mucho más duro que hoy en día vivieron muchos más años que sus conciudadanos.
Pero hay más.
Un poco después el libro añade este otro párrafo:

“Lo mismo pasa con los remeros de Oxford y Cambridge en comparación con los no remeros de sus mismas aulas (lo que elimina, de paso, los sesgos que causa comparar la vida de los deportistas, un grupo muy específico, con la población en general, de diferentes edades y condición social); y también los de Harvard y los de Yale, y los universitarios japoneses que participaban en competiciones deportivas y los campeones deportivos de Dinamarca, y los no maoríes del equipo de rugby de Nueva Zelanda. Resultados impactantes.”

Y ya en relación a los maratones, en el mismo libro nos cuentan lo siguiente:

“Un estudio analizó treinta años, entre 1980 y 2010, de las marcas de la maratón de Nueva York y halló que los más viejos fueron los que más mejoraron sus registros. ‘Los tiempos de los corredores se redujeron significativamente en los varones mayores de 64 años y en las mujeres mayores de 44. Estos datos sugieren que estos corredores todavía no han alcanzado sus límites en la performance de la maratón’, escribieron Romuald Lepers y Thomas Cattagni, expertos del Instituto Nacional de la Salud y la Investigación Médica, de Francia, en la revista especializada Age, que reprodujo el diario La Nación, en un artículo de Sebastián Ríos. Señalan dos factores: la explosión mundial del running por un lado y, por otro, a que el límite del rendimiento físico para los viejos está más lejos de lo que se pensaba.”

Conclusiones que saco: Con un poco de sentido común, el deporte es sano para todo el mundo, incluso a un nivel profesional, y nos hará llegar a la vejez en mejores condiciones que si no fuésemos deportistas.
Sigamos corriendo y haciendo deporte. Sigue siendo más sano que no hacerlo.



martes, 17 de noviembre de 2015

Se cancela el Maratón de NY que ibas a correr. ¿Qué haces?

Bueno, me permito en esta ocasión poner aquí lo que me han sacado en el blog Korridori Merino sobre mi experiencia con la cancelación del Maratón de Nueva York en 2012.

Muchas gracias desde aquí para México.

Vas a correr el Maratón de Nueva York y cancelan la carrera: ¿Qué haces? Escribir una novela.

Imagina que llevas toda la vida queriendo correr el Maratón de Nueva York. Imagina que por fin un año lo ves posible, te encajan los días de vacaciones, has ahorrado y te apuntas a un viaje a Nueva York para hacer realidad, por fin, tu sueño.

Imagina que llevas un año pensando en ese viaje. Imagina que has entrenado y has preparado con cariño una camiseta con la que vas a participar, has pensado en cómo vas a vivir ese día, cómo vas a disfrutar de la entrada en la meta de Central Park.

Imagina que llegas cargado de ilusión. Imagina que el viernes por la mañana recoges emocionado tu dorsal junto a cincuenta mil corredores de todo el mundo.

Imagina cómo te sientes. No cabes en ti de gozo. Solo quedan unas horas para salir del Puente Verrazano mientras escuchas a Frank Sinatra cantando a su ciudad, a tu ciudad, porque ahora ya Nueva York es parte de ti.

Imagina.

Y ahora imagina que ese mismo viernes por la tarde te dicen que se ha cancelado la carrera por las consecuencias de una tormenta tropical a pesar de que durante toda la semana han repetido que la carrera se va a hacer.

Imagina qué pensarías, qué sentirías, cómo reaccionarías.

No. No insistas. Es imposible imaginar eso. Yo no lo imaginé. Yo lo viví en 2012.

Corriendo por Manhattan el día del No-Maratón

En la meta. Tuve que esperar un año más para pasarla.


Esto fue lo que escribí en mi blog entonces:

“El instante en que me lo comunicaron, cuando regresaba al hotel tras dar una vuelta por la ciudad y haber cogido mi dorsal por la mañana, fue como una catarata de emociones y sentimientos que recorrió todo mi cuerpo en dos segundos. El primer segundo fue pensar que me estaban gastando un broma, y en el siguiente segundo, tras ver en los rostros de la gente que no era ninguna broma, mi mente pasó de pensar que qué le íbamos a hacer, que no había nada en nuestra mano que cambiara la situación, a pensar una alternativa y que el año que viene ya tenía una excusa para volver a NY”.

Y eso es lo que hice. ¿Acaso podía hacer algo más?

Pues algo más sí que pude hacer.

Efectivamente corrí otro maratón tres semanas después y sin dudarlo un instante me apunté al mismo viaje para 2013. Era algo que tenía que hacer.

Y regresé a Nueva York en 2013 y corrí, por fin, el Maratón de Nueva York, el maratón en el que más he disfrutado de los trece que llevó completados hasta hoy.

Y toda esta aventura de varios años me inspiró para algo más que para correr maratones. Me inspiró una novela en la que el protagonista vive la misma frustración que yo tras la cancelación de la carrera, pero decide asesinar al alcalde de la ciudad para vengar la afrenta que hizo a los participantes. La novela se titula “42,2 Muerte en Central Park”.

Sí. De un hecho tan triste como quitarle el caramelo a un niño cuando está ya a punto de tocarlo con su lengua, surgió algo de lo que me siento orgulloso. Una novela negra, una novela de redención, de venganza, de amor,…

Hace unos días, en un periódico español salió una crítica de la novela que decía: “’42,2 Muerte en Central Park’ habla de una aventura que transforma, por su nivel de exigencia, la vida de quienes la llevan a cabo. El autor consigue transmitirnos, a través de su protagonista, los gozos y las sombras de esa carrera de larga distancia e, incluso, convencernos de que el carácter forjado en el sacrificio que comporta puede conducir a la asunción de una misión justiciera. La novela, con maneras de ‘road movie’ y acentos de realismo mágico, rompe el desarrollo lineal habitual del género policiaco y se vuelve mucho más compleja al alternar diferentes escenarios físicos y temporales, y establecer, en última instancia, una sutil correspondencia entre ese carácter moldeado en el esfuerzo físico y mental, y el viaje alucinado de un hombre que imparte una suerte de ley natural por la América profunda”.

Como veis, tal vez nuestra preparación de cara a vencer a un maratón nos ayuda también a vencer cualquier obstáculo que la vida nos presenta, como es el hecho de ir a Nueva York y asumir la cancelación de una carrera tan deseada.

Sí. Nueva York, su maratón, tiene una importancia grande en mi vida. Hace muchos años que soñé en correr por sus barrios, un sueño que estaba allí latente en mi interior. Luego se reavivó y lo tuve que alargar un año más de lo deseado. Y más tarde, gracias a esta novela, lo he vuelto a soñar muchas veces. Y de ahí el nombre del blog en el que plasmo mis vivencias como maratoniano: El sueño de Nueva York (http://elsuenodenuevayork.blogspot.com.es/).

Seguid soñando. Vuestros sueños se pueden hacer realidad.

Página web de la editorial Sb&ebooks: http://www.sb-ebooks.es/l/42-2-muerte-en-central-park/



lunes, 9 de noviembre de 2015

Behobia San Sebastián 2015: qué placer de carrera (y de domingo)

Bueno, tras un año cargado de viajes, carreras, maratones y entrenamientos especiales, ayer corrí la 51ª Behobia - San Sebastián con la que doy por finalizada la temporada. En los últimos doce meses he corrido 2.115 km, y han sido 6 maratones y otras carreras. Un año interesante pero necesito descansar un poco para empezar con más fuerza y nuevas ilusiones a partir de diciembre.

En dos semanas finisher en el Maratón de Washington y un tiempazo en la Behobia. Súper contento.

La BeSS de ayer era un día especial. La he corrido otras tres veces, en, 1995, 1997 y en 2006, así que tenía ganas de volver a sentir aquellas experiencias, de recordar viejos tiempos y de volver a vivir el ambiente tan fantástico que se vive en esta carrera.
Respecto a la parte deportiva de la carrera de ayer, el calor que se anunciaba y un cierto cansancio que todavía tenía del viaje al Maratón de Washington de hace dos semanas me hacía tener ciertas dudas sobre cómo me iba a encontrar. Según mis cálculos, mi tiempo objetivo era hacer 1:40, o sea, correr a una media de 5 min/km. Teniendo en cuenta que el recorrido es bastante duro y con muchas subidas, para mí era un objetivo ambicioso. Mi mejor tiempo en la BeSS fue en 1997 donde hice 1:34. Pero han pasado muchos años.

Con Gabi, antes de salir.



El caso es que tras el madrugón y ya con calor desde la mañana, empecé a correr con algunos de mis compañeros de los Beer Runners de Bilbao (qué marcha y qué alegría de personas) en el cajón de los azules con la intención de correr hasta la cuesta de Gaintxurizketa sin pasar de mis pulsaciones de referencia (140 ppm) y a partir de ahí ya vería cómo correr según me sintiera mejor o peor.
Los primeros tres kilómetros fuimos a ritmo constante de 5:19 min/km. La verdad es que le comenté a Gabi, uno de mis compañeros, que no me encontraba del todo bien. Pero pasé por la cima del puerto y poco a poco fui dejando atrás a Gabi teniendo por delante como referencia a Agus, que se nos había ido unos metros, y en la bajada procuré bajar de pulsaciones pero manteniendo la velocidad.
He de hacer hincapié en que en todos los avituallamientos bebí agua y me refresqué el cuerpo, ya que el riesgo del golpe de calor estaba allí (estábamos a unos 26 o 27ºC).
En la bajada, aproveché un avituallamiento para tomarme un gel y ya, viendo que no iba muy mal, empecé a meter una marcha más y alcancé y pasé a Agus.



En las cuestas procuraba no irme mucho de pulsaciones y en las bajadas recuperaba algo, pero sin perder velocidad. Ya por Pasajes tomé un segundo gel y ya puse la directa. Según los cálculos que iba haciendo tenía complicado el 1:40, pero me podía acercar y eso me animaba.

Después de pasar la última subida, el Alto de Miracruz, ya me lancé a tope en la bajada y me la jugué para ver si era capaz de mantener el ritmo de unos 4:25 min/km en los dos últimos kilómetros llanos hasta la meta.

En el último kilómetro veía que podía acercarme al tiempo de 1:40, pero era difícil. Sin embargo eché el resto y aceleré lo que pude, y al pasar la meta marqué un tiempo de 1:40:00. Clavado.

A pesar de que las pulsaciones las llevé de menos a más (en deriva cardíaca que dicen los médicos), todo el rato podía respirar con normalidad, y eso fue lo que me animó a correr de menos a más en la segunda mitad de la carrera, que la hice casi 4 minutos más rápido que la primera mitad.

Como veis en los datos de la organización, fui mejorando todo el rato los puestos hasta quedar en el puesto 6.685.



 Y aquí tenéis los datos de mi Garmin:

En los últimos kilómetros no hice más que pasar a gente, y vi a varios corredores asistidos. Luego me enteré de la triste noticia del fallecimiento de un joven de 31 años que seguramente fue uno de los que vi ayudado por la Cruz Roja, ya que por la hora que dicen que se desplomó debió de pasar por la meta 5 minutos antes que yo.
La verdad es que no era un día para correr. Yo me conozco bien y este año he pasado más de una prueba de esfuerzo. No me cansaré nunca de resaltar la importancia de hacer deporte con salud y con garantías de que nuestro cuerpo es apto para ello. No sé cuáles son las circunstancias concretas de este caso, pero no debemos jugar con nuestra salud. El deporte, incluso para los que compiten, debe ser fuente de bienestar para nuestro cuerpo y nuestra mente. Descanse en paz.
Al pasar la meta me encontré con la triatleta Virginia Berasategui, que desde que ha recuperado la sonrisa está mucho más guapa. Charlé un rato con ella y me alegré de verla feliz.
Tras la ducha me reuní con algunos de los Beer Runners de Bilbao. Pasó bastante tiempo hasta que por fin nos juntamos todos y lo pasamos pipa en la comida y en el viaje de vuelta.
Es increíble cómo un grupo de gente, que la mayoría nos hemos conocido en los últimos meses, gracias a la afición por el deporte y por correr haya sido capaz de crear unos lazos de amistad tan sólidos. Es la magia del deporte. Que dure mucho tiempo. 



miércoles, 4 de noviembre de 2015

Literatura para maratonianos

El pasado sábado, en el suplemento cultural TERRITORIOS, en EL CORREO, y coincidiendo con el fin de semana del Maratón de Nueva York, publicaron un reportaje sobre literatura para maratonianos que me habían encargado como autor de la novela sobre el Maratón de Nueva York "42,2 Muerte en Central Park".

Para los que no lo pudisteis leer, y os interesa tanto la literatura como correr, os pongo aquí el texto completo.
Deseo que os guste.

Literatura para maratonianos
Javier Sánchez-Beaskoetxea

El 24 de julio de 1908, poco después de las dos y media del mediodía, comienza la prueba de maratón de los Juegos Olímpicos de Londres, los cuartos de la era moderna. Casi tres horas después, llega al White Stadium londinense el italiano Dorando Pietri. Los 75.000 espectadores se levantan y jalean al pequeño atleta italiano al ver que apenas puede avanzar. Pietri entra al estadio y corre en sentido contrario. Los jueces le señalan el camino, pero tarda casi diez minutos en recorrer los últimos trescientos metros. Varias veces cae al suelo y es ayudado al ver su lastimoso estado. Finalmente cruza la línea de llegada en primer lugar a punto de ser alcanzado por el norteamericano Johny Hayes. La delegación estadounidense presenta allí mismo una reclamación por la asistencia otorgada al italiano, quien es descalificado.
Testigo de excepción de estos hechos fue el enviado especial por el Daily Mail para esta carrera, que no era otro sino el escritor escocés Sir Arthur Conan Doyle, ya famoso por dar vida a través de su ágil pluma al detective por excelencia, Sherlock Holmes, entre otras muchas creaciones literarias. Conan Doyle aceptó el encargo porque era un gran aficionado al atletismo y al deporte en general y porque así podía ver la llegada de la carrera del maratón olímpico en una posición privilegiada en el White Stadium.
No fue lo único singular de aquel maratón de 1908. Desde que en 1896 se iniciara la era moderna de los Juegos Olímpicos, la carrera de larga distancia, el maratón, había tenido una distancia variable. En Atenas, en 1896, se corrió entre Maratón y el estadio Panathinaiko, cubriendo una distancia de unos cuarenta kilómetros en recuerdo de la gesta del soldado Filípides en el año 490 a.C., quien, tras la batalla contra los persas, murió por el esfuerzo de llevar a Atenas la noticia de la victoria. No es un dato contrastado, pero para los amantes de las Olimpiadas y de los maratones nos sirve. Después, en los Juegos de París, en 1900, y en San Luis, en 1904, la distancia también rondó los cuarenta kilómetros y algunos metros más.
Pero en 1908, la Princesa María pidió que el comienzo de la carrera se hiciera junto a donde estaban sus hijos en el Castillo de Windsor para que vieran la salida, lo que alargó unos dos kilómetros más la distancia. Luego, en el White Stadium, se puso la meta junto al palco real, con lo que resultaron esos ya famosos 42,195 kilómetros, que es la distancia estándar de la prueba a partir de los Juegos de 1924.
Así pues, ya en la Inglaterra de 1908 encontramos una relación entre el mito del maratón y la literatura, lo cual es algo lógico, ya que la épica, la leyenda y el sufrimiento agónico de los atletas, como el de los ciclistas, son ingredientes sinigual para mezclarlos en buenos textos.
Sin salir de Inglaterra, en 1959 un inglés, Alan Sillitoe, escribió uno de los relatos más hermosos relacionados con el simple acto de correr.
“Nada más llegar al reformatorio me hicieron corredor de fondo de campo a través. Supongo que los tíos pensaron que estaba hecho para ello porque era alto y delgado para mi edad (y todavía lo soy) y, de todos modos, no me importó demasiado, para decir la verdad, porque correr ha sido algo que en nuestra familia se ha hecho mucho, en especial correr para escapar de la policía”. Con estas geniales líneas comienza “La soledad del corredor de fondo”.
El corredor de fondo protagonista es un joven de diecisiete años de origen humilde llamado Colin Smith, encerrado en un reformatorio por un robo en una panadería. Paradójicamente, al joven Colin le permiten salir a correr en soledad varios días a la semana, ya que ha sido elegido para representar al reformatorio en una carrera campo a través entre internos de todo el país. Durante estos entrenamientos por el campo, Colin nos habla de sus inquietudes y de su rabia ante un sistema que le ha privado de la libertad, libertad que solo siente cuando corre durante esos kilómetros cada día y que le llevan a tomar la drástica decisión de… No, perdón. No se lo cuento. Lean el relato. Lo merece.
Saltando ya en el tiempo, y al otro lado del mundo, es imposible no hablar del japonés Haruki Murakami cuando mezclamos literatura y maratón.
Murakami, habitual candidato al Nobel de literatura, es un tenaz corredor de maratones. En su elegante ensayo sobre su afición a correr, “De qué hablo cuando hablo de correr”, nos confiesa que correr maratones le permite lograr la fuerza suficiente para escribir sus novelas, algunas de ellas de casi mil páginas. También cuenta su experiencia en un ultramaratón de cien kilómetros, que logró terminar sin caminar ni un momento, como dice con orgullo. A mitad de carrera sufrió una crisis, pero después logró que su cuerpo y su mente fluyeran solos hasta completar la carrera.
Curiosamente a muchos de los que nos han enganchado sus novelas nos suele pasar lo mismo. En la página 200 piensas que “todavía” quedan 800 páginas, pero curiosamente cuando llevas 800 te lamentas de que “solo” queden 200 páginas más. Como en un maratón. Como le pasa al mismo Murakami.
En 1952, Emil Zátopek entró en la leyenda del atletismo al ganar en una semana las medallas de oro de los Juegos Olímpicos de Helsinki en las distancias de 5.000 metros, 10.000 metros y en maratón, estableciendo además el récord olímpico pese a su estilo de correr desgarbado y horrible. Es famosa su frase: “Si quieres correr, corre una milla. Si quieres experimentar una vida diferente, corre un maratón”.
Zátopek vivió en Checoslovaquia en tiempos convulsos, entre la ocupación alemana y el férreo régimen socialista, y un escritor francés, Jean Echanoz, publicó en 2008 “Correr”, una bonita biografía novelada, escrita en tiempo presente, en la que apreciamos el tormento de Zátopek, que corría para vivir, para huir de la dictadura sin poder evitar ser un símbolo y un rehén del régimen y que acabó degradado a basurero por no plegarse al poder.
Quizás podemos considerar “Correr” y “La soledad del corredor de fondo” como los mejores exponentes de la literatura relacionada con el acto de correr como una metáfora de la libertad. Ya lo dice el propio Colin Smith, para quien correr era una distracción que hacía que el tiempo pasara: “A veces pienso que nunca he sido tan libre como durante este par de horas en que troto por el sendero de más allá de la puerta”. La libertad se la da la soledad de correr.
Libertad. Si preguntamos a la gente que corre qué es lo que más les empuja a correr durante horas, tal vez la respuesta que más veces oigamos es que correr les hace sentirse libres. ¿O tal vez no?
“No podían creer que alguien pudiera correr tanto sin ningún motivo especial. Tenía ganas de correr”, Forrest Gump dixit. De igual manera se pronuncia Murakami en su ensayo ya citado. No se puede recomendar a nadie que se ponga a correr, como no se puede recomendar a nadie que se haga escritor. Simplemente ocurre. Un día tienes ganas de correr, o de escribir, y te pones a ello, como el sabio Forrest Gump. Él mismo nos dice, además, que sirve para afrontar el futuro: “Mamá siempre decía que tienes que dejar atrás el pasado antes de seguir adelante. Creo que fue por eso que corrí tanto”.
Dos ejemplos: Edison Peña, uno de los mineros chilenos atrapados en una mina durante más de dos meses, corrió durante esos días por las galerías. “Correr para mí es estar libre”, dijo. Nelson Mandela corría en sus tiempos de estudiante para olvidar la injusticia que veía en el mundo. Después, durante los largos años de cautiverio, madrugaba para correr sin salir de su celda durante una hora. Ambos eran libres mientras corrían en su encierro.
Sí. Correr es un acto solitario que nos hace sentirnos libres. Pero correr es el acto solitario más social que hay hoy en día. Millones de personas en todo el mundo se lanzan a las calles a correr. Se crean nuevos grupos de corredores cada día. Se cuentan por miles los participantes en los mayores maratones del mundo. Para muchos es el acto más social en su agenda semanal. Quedan para correr y luego tomar algo con sus compañeros, como lo demuestra el movimiento “Beer Runners” (corredores de cerveza) en muchas partes del mundo.
Hay estudios, ya en la década de los 80, en los que se analizan las razones para el boom de los maratones y que concluyen que la posibilidad de socializar es la mayor motivación de la gente para correr maratones y carreras populares.
Y aquí entramos, gracias a este éxito social del correr, en otra dimensión de los libros sobre el tema. Ya hemos visto que no hay muchos libros realmente literarios que se hayan acercado a este mundo. Pero sí que hay muchísimos libros que responden al fenómeno social de correr, o del running, como se llama ahora.
Atletas de elite han pasado a papel sus vivencias y consejos. Chema Martínez es uno de los más conocidos con su libro “No pienses, corre”, un libro sencillo pero de gran tirón entre los corredores que buscan motivación para correr. Otro atleta de elite, el catalán Kilian Jornet, uno de los mejores ultracorredores de montaña del mundo, también tiene un par de libros entre los más leídos. En “La frontera invisible” y “Correr o morir”, Kilian, atleta de vida sencilla, habla desde el interior de su ser y nos ofrece un texto intimista y de agradable lectura, alejado de los libros de autosuperación que se limitan a veces a contar una historia personal y a dar consejos para mejorar nuestras vidas corriendo.
Entre este tipo de libros podemos destacar por su popularidad y por estar bien escritos algunos, como el de la repostera televisiva Alma Obregón, “A correr”, que muestra cómo superó un grave problema gracias a correr; y el del periodista andaluz Rafa Vega, “Efecto maratón”, donde narra cómo afrontó la suspensión del Maratón de Nueva York en 2012 para lograr su objetivo de recaudar fondos para una causa benéfica. Por supuesto, hay muchos más. Algunos se dejan leer sin más. Otros son libros personales sin gran ambición literaria.
También hay algunos libros que mezclan un análisis técnico sobre el correr con una prosa que engancha y que los hacen amenos y fáciles de leer. Entre éstos estarían el del americano Christopher McDougall, “Nacidos para correr. La historia de una tribu oculta, un grupo de superatletas y la mayor carrera de la historia”, que trata sobre los tarahumaras, una tribu india mejicana, que son capaces de correr durante días; o el de los argentinos Martín De Ambrosio y Alfredo Ves Losada, “Por qué corremos. Las causas científicas del boom de los maratones”, que mezcla la reflexión con el análisis de diferentes estudios sobre la carrera a pie. Una frase: “En el principio fue el verbo, y ese verbo era correr”.
Por último, y gracias a la cada vez mayor difusión del libro digital y de la autoedición, podemos encontrar libros desconocidos que son pequeñas joyas literarias sobre el mundo de los maratones. El mejor ejemplo que he encontrado es el de un libro de relatos, de pequeños cuentos, todos ellos con el maratón como nexo en común, y que algunos de ellos son muy interesantes y bien escritos. El libro se titula “Maratón. La vida en cuarenta y dos kilómetros y pico”, y su autor, Antonio J. Cuevas, lo tiene en Internet disponible gratuitamente para ebook.
En fin. Correr maratones está de moda. Incluso alguno dice eso de “Tendrás un hijo, escribirás un libro, plantarás un árbol… y correrás un maratón”. Mañana se celebra una nueva edición del Maratón de Nueva York, seguramente el más famoso del mundo. Haruki Murakami, como muchas personas, ha corrido esta carrera varias veces. La ciudad de Nueva York tiene el maratón más universal y es también una ciudad cosmopolita que ha enmarcado cientos de historias en la literatura y en el cine. A Murakami le gusta decir, con orgullo, que nunca ha caminado en una carrera, que siempre ha corrido. Él mismo dejó escrito su epitafio: “Haruki Murakami, escritor (y corredor), 1949-20**. Al menos aguantó sin caminar hasta el final”.

Bueno. Pues sigamos corriendo y leyendo hasta el final.

Libros sobre el tema:

  • Sillitoe, Alan, “La soledad del corredor de fondo”, Editorial Impedimenta, 2013.
  • Echanoz, Jean, “Correr”, Ed. Anagrama, 2010.
  • Murakami, Haruki, “De qué hablo cuando hablo de correr”, Ed. Tusquets Editores, 2010.
  • Sánchez-Beaskoetxea, Javier, “42.2 Muerte en CentralPark”. Amazon, 2015
  • McDougall, Christopher, “Nacidos para correr. La historia de una tribu oculta, un grupo de superatletas y la mayor carrera”, Ed. Debate, 2011.
  • Cuevas, Antonio J., “Maratón. La vida en cuarenta y dos kilómetros y pico”, www.bubok.es.
  • Martínez, Chema, “No pienses, corre”, S.L.U. Espasa Libros, 2013.
  • Vega, Rafa, “Efecto maratón”, Ed. Almuzara, 2013.
  • Ambrosio y Losada, “Por qué corremos. Las causas científicas del boom de los maratones”, Ed. Debate, 2013.
  • Obregón, Alma, “A correr”, Ed. Aguilar, 2015.
  • Jornet, Killian, “Correr o morir”, Ed. Now Books, 2011.
  • Jornet, Killian, “La frontera invisible”, Ed. Now Books, 2013.
  • Jurek, Scott, “Correr, comer, vivir”, Ed. Temas de hoy, 2013.
  • Serrano, Javier, “42 reflexiones y 195 metros”, www.amazon.es.
  • Varona, Alfredo y Serrano, Antonio, “Filípides existe”. Ed. Alianza Editorial, 2001.



domingo, 1 de noviembre de 2015

Maratón de los Marines de Washington: el maratón del pueblo

Es difícil escribir sobre un viaje de una semana en el que he corrido un maratón magnífico en Washington D.C. y he estado luego en Nueva York justo unos días antes de su maratón. Y es difícil porque todas las vivencias que he vivido, todas las sensaciones que he sentido, todos los estímulos que me han saturado los cinco sentidos y todos los recuerdos que he añadido a mi ya larga lista de grandes momentos de mi vida es imposible resumirlos en unos pocos párrafos en un blog y en unas cuantas fotos. Pero, sabes Mario, voy a intentar hacerlo. Por ti, por mí, por todos los que me leen (que aunque no son muchos son muy importantes para mí) y por los que no pueden vivir estas experiencias y, aunque sea modestamente, sé que las viven a través de esto que escribo aquí.
Antes de salir para los EE.UU. fui a ver la película "Everest" que recrea casi de forma documental una de las mayores tragedias que ha habido en esa montaña. En una escena, los miembros del equipo tienen una conversación y surge la manida pregunta de "¿Por qué subes al Everest?". Además de las risas al recordar la conocida respuesta de Irving Mallory a esa pregunta (Porque está allí), uno de los expedicionarios responde con algo que también se oye mucho: "Porque puedo".
Sí Mario. ¿Por qué corro estos maratones? Porque puedo. Porque tengo amigos que quisieran hacerlo, pero ya no pueden y corro por ellos. ¿Por qué escribo estas crónicas en este blog, si casi nadie las lee? Porque puedo, porque a mí no me cuesta escribir y a otros sí; y porque los que no pueden correr junto a mí corren de esta forma conmigo y pienso en ellos mientras corro, pienso en cómo les voy a contar el viaje, la carrera, la dicha de estar allí...
Así que, aquí está la crónica de este viaje, un gran viaje. Y como no quiero que te aburras, que nadie se aburra leyendo, esta vez voy a contarlo con palabras y con imágenes.


El viaje comenzó con un cansado día de vuelos entre Bilbao y la capital de los EE.UU. Pese al cansancio, y gracias al cambio horario, después de llegar al hotel cogí un autobús y fui al centro de la ciudad para dar una vuelta y tomar una cerveza en el Hotel Tabard Inn, donde estuve en 2010 y del que tenía gran recuerdo por lo bonito y acogedor que es. Además, en su bar es donde sitúo en mi novela "42,2 Muerte en Central Park" el encuentro entre el protagonista y la chica.

Después fui paseando hasta la Casa Blanca, para verla de noche, ya que siempre la he visto de día las otras veces que he estado en Washington.

Tras dormir poco, el sábado cogí el metro hasta el Capitolio y regresé corriendo hasta el hotel mientras veía la zona monumental de la ciudad. Una pena que estuvieran en obras el Capitolio y otras zonas. Aproveché para que mi nueva camiseta de los Beer Runners Bilbao viera un poco mundo.



Ya después de la ducha fui a la Feria del Maratón de los Marines a por mi dorsal y allí ya me junté con mis amigos Juan y Linda, que acababan de llegar a la ciudad desde su casa en Pennsylvania. Me saqué la foto de rigor con el dorsal y la camiseta de la carrera. Por cierto, muy buena camiseta para correr los días fríos.

Antes de volver al hotel, hicimos un alto en la embajada de Cuba en Washington. En agosto estuve en la embajada de EE.UU. en La Habana. Creo que entre el Papa y yo hemos hecho un buen trabajo diplomático para encauzar una apertura de Cuba hacia el mundo exterior y conseguir que los EE.UU. levanten el embargo que ahoga a los cubanos.



Ya el domingo nos levantamos temprano para ir a la salida, que la teníamos cerca del hotel. Llovía algo, pero luego anunciaban una mejoría. El Marine Corps Marathon es conocido como "The People's Marathon", el maratón del pueblo. Este año era la 40ª edición. Se creó gracias a la idea de un coronel para relanzar la imagen de los Marines, que en plena Guerra de Vietnam era bastante mala y que vio en el boom de los maratones una oportunidad para acercar al Cuerpo de Marines al pueblo.
Hay que decir que esta carrera no tiene premios en metálico, por lo que no hay corredores profesionales en la salida. El ganador de este año fue un chico de 22 años del ejército, que hizo un tiempo de 2:24. Gracias a esto, a pesar de que en la salida éramos unos 25.000 participantes, es sencillo salir delante. De hecho, según íbamos para la salida por el borde de la carretera en sentido contrario a la carrera, si llego a querer podía haberme puesto en la línea de salida con los primeros. No había ningún agobio para situarnos. Por cierto, no sé por qué pero la salida se da a la 7:55 de la mañana. En pocos minutos ya estábamos todos corriendo porque la salida es en una carretera muy ancha.

El hecho de ser un maratón organizado por los Marines le da un toque muy patriótico. Mucha gente lo corre en memoria y en honor de familiares y amigos que han servido en los ejércitos de EE.UU. Se ven muchas banderas y muchas camisetas honrando a fallecidos en misiones.

Quizás el momento más emotivo es el paso por la Blue Mile, la Milla azul. Era la milla 12 de la carrera y en la primera mitad corres junto a dos hileras de fotografías de soldados fallecidos en combate. El silencio en esos minutos es sepulcral. Luego en la segunda mitad hay una fila de familiares con banderas animando y chocando las manos a los corredores. Da igual lo que opines sobre la política exterior del gobierno de los EE.UU., pero en esos metros te emocionas.

El paso por el Congreso y por la zona monumental da lugar a bonitas fotografías de la carrera y es una zona muy agradable para correr. También hay muchos carteles originales. Uno ponía "Run for the Congress", pero habían tachado el For y habían puesto From.


Ya llegando al final, corremos junto al Pentágono, un edificio muy feo (y desde donde se organizan cosas feas).

Y ya al final, junto al cementerio de Arligton, la emoción de terminar la carrera te da alas, aunque una fortísima rampa a 200 metros de la meta te las corta de raíz.
Pero no importa, ya estás en la meta, y terminar un maratón te aporta un subidón de felicidad que, lo reconozco, es adictivo.



Nada más pasar la meta los Marines te felicitan y tú les das las gracias por el fantástico día que te han organizado. Todo el mundo se saca fotos con ellos y luego te sacas la foto junto al monumento de Iwo Jima, el Marine Corps War Memorial. Ya lo has conseguido. Misión cumplida, (Mission Accomplished) como pone en la capa que te dan para que no te enfríes.
A pesar de la lluvia con la que empezamos la carrera, en la meta lucía el sol y la temperatura era de unos 20ºC, así que esperé allí a Juan para sacarnos la foto juntos y regresar al hotel tras comprar la camiseta de Finishers. ¡Qué gran día!





Sobre la parte deportiva de mi carrera, la verdad es que mi idea era hacerla en unas 4 horas y media, tranquilo y sacando fotos. No quería cansarme más de lo necesario, ya que en dos semanas corro la Behobia - San Sebastián, donde quiero darlo todo en la última carrera del año. Sin embargo me encontré bien y sin forzar hice 4:12:42 contando las paradas. Por cierto, con este tiempo acabé más o menos en el puesto 5.472 de 23.160 clasificados. Esto en España sería imposible. Con 4:12:42 quedas muy atrás. Esto también es por lo que le llaman el Maratón del pueblo.
Por cierto, la próxima vez no pondré acentos en mis apellidos.

Y aquí el archivo del Garmin:


Después de la ducha fuimos a casa de Juan y Linda. Paramos a comer en Baltimore. Casualmente había estado allí cuando tenía 26 años, hace ahora 26 años, cuando navegaba. 

Ya el lunes Juan me llevó a Nueva York. Por la mañana subimos al nuevo rascacielos del One World Trade Center. Una pasada lo de los ascensores y la entrada al Observatorio. No son las mejores vistas de Manhattan, pero si vais a Nueva York no os lo perdáis y llevad el vídeo preparado en el ascensor, tanto al subir como al bajar.




Luego ya me quedé solo en NY hasta el miércoles, y aproveché para recordar otros viajes y para ver nuevos sitios. Fui a la Estatua de la Libertad, a donde no había ido nunca, y a la Isla de Ellis. Muy interesantes visitas.

Times Square.

Rockefeller Center.






Entrada de inmigrantes en Ellis Island.

Metro de NY.

Soho.

Flatiron building.


Un par de cervezas en la Happy Hour en la terraza del Sky Room.

Policía a caballo para turistas en Times Square.



Un mojito en la terraza del hotel La Quinta Inn Manhattan, con vistas al Empire State Building.

El miércoles por la mañana corrí por Central Park y me saqué unas fotos en la meta del Maratón de Nueva York. ¡Qué recuerdos! ¡Qué ganas de volver a correr ese maratón!





Estatua de Fred Lebow, creador del Maratón de Nueva York. En la peana pone "Pocas cosas en la vida coinciden con la emoción de un maratón". Tiene razón.

Para despedirse de mí, Nueva York me ofreció un día muy lluvioso. Puente de Queensboro desde el teleférico a la Isla de Roosevelt.

En resumen, Mario. Una crónica que no hace justicia a este viaje increíble.