martes, 22 de diciembre de 2015

Gorbea: Solsticio de invierno

Durante unos cuantos años tenía por costumbre subir con unos amigos al Gorbea un sábado a la tarde cercano al día del Solsticio de invierno para ver la puesta del Sol y luego hacer una merienda-cena en el refugio de Arraba. Pero, por diferentes motivos, ya no organizo esa excursión.
Sin embargo, no quería despedir este año sin subir al Gorbea, y ya desde hace unas semanas decidí que este año iría yo solo temprano un día para ver amanecer, en lugar de ver el ocaso.
En principio programé esta excursión para el domingo pasado, pero me lié con la alarma del teléfono y me dormí. Bueno, aproveché el domingo para correr un par de horas por los montes de Urkiola, otro de mis lugares favoritos, y aplacé la excursión a hoy martes, que me encajaba bien por el trabajo y, además, justo coincide con el día del Solsticio de invierno, que ha sido esta mañana a las 5:48, hora oficial.

Así que he madrugado, he llegado a Pagomakurre a las 6:30 de la mañana, donde me he asustado bastante por el fortísimo viento que había, y he empezado a subir de noche, hacia las 7 de la mañana, medio corriendo medio andando hacia la Cruz.
Hasta Arraba el viento era insoportable, y temía que no iba a poder llegar arriba. Luego, desde Egiriñao para arriba, al estar esa zona más resguardada del viento sur, he ido más cómodo y además, ya he podido apagar la luz de la frontal que he llevado. El cielo estaba despejado y la temperatura no era demasiado fría. De todas formas, antes de llegar a la Cruz me he parado a ponerme más ropa, ya que sabía que arriba iba a ser imposible hacerlo.
Y es que, con este viento sur tan fuerte, arriba era difícil casi el estar de pie. De todas formas he aguantado unos cuantos minutos ya que quería sacar unas fotos y además he llevado conmigo un par de fotos de mi amigo Félix, con quien he estado muchas veces en el Gorbea, para subirle conmigo una vez más.
Y así, entre las fotos y el admirar el amanecer precioso que he vivido, se me han congelado las manos en ese rato que he estado arriba (cosa muy habitual en mí, ya que sufro de Reynaud y enseguida se me quedan los dedos blancos sin circulación). Como el monte está muy seco, he bajado corriendo para ver si me calentaba algo, pero he pasado unos minutos muy malos con fuerte dolor en los dedos de las manos según volvía a circular la sangre por ellos.
Pero ha merecido la pena el madrugón y el sufrimiento en las manos ya que he disfrutado de un bonito amanecer y me ha gustado subir las fotos de Félix hasta allí arriba, ahora que él ya no puede.























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