lunes, 20 de abril de 2015

Frío, lluvia, barro, adoquines... el Maratón de Burdeos.

Dentro de este bonito e interesante reto que me he planteado este año 2015 de correr 5 maratones en 5 meses, este sábado me tocaba mi tercera etapa, el Maratón de Burdeos. Era una carrera que me motivaba y a la vez me asustaba ya que es un maratón nocturno (con salida a las 20:00) y nunca he corrido tantos kilómetros a esas horas en las que normalmente ya me entra sueño. Además, era la primera edición de este maratón, y Burdeos es una ciudad preciosa que conocí el año pasado.
Con todo esto, me animé a apuntarme a la carrera, que por cierto, ha sido un éxito puesto que en su primera edición ya hacía meses que no había dorsales libres. Entre el Maratón, el Medio Maratón, y las modalidades del Maratón a relevos nos dimos cita más de 18.000 corredores, la mayoría franceses. No sé exactamente cuántos estábamos apuntados al Maratón, pero en la clasificación final hay 5.609 finishers, lo que creo que es un éxito.
Satisfecho tras terminar la carrera (y con ganas de ducharme y secarme).

Sobre mi experiencia, la verdad es que ha sido bastante interesante y muy buena para aprender para futuras carreras.
Viajé de Bilbao el mismo sábado, ya que había tiempo, y al llegar a Burdeos hacía buen tiempo, incluso calor. Anunciaban bastante lluvia para última hora de la noche y la madrugada, pero después de recoger el dorsal y ya descansando en el hotel, a media tarde empezó a llover cada vez más fuerte y ya no paró hasta casi las 10 de la noche. Así que salí con una camiseta de manga larga (la de NY'13), guantes y el paravientos de Rotterdam'14 que no sirve para la lluvia, pero no tenía otro.
Mientras esperábamos en la salida llovía bastante, así que me quedé algo frío y creo que todo el mundo estaba deseando empezar a correr.
Por fin dieron la salida y empecé a correr suave. Mi objetivo era terminar lo más entero posible para afrontar bien el Maratón de Martín Fiz en Vitoria el 10 de mayo, mi siguiente etapa.
Al de poco de empezar aprendí que no había elegido bien la estrategia de la comida durante el sábado. Al ser la primera vez que corría un maratón nocturno, procuré comer lo suficiente durante el día intentado dejar unas horas para hacer la digestión, pero algo no hice bien porque ya de salida me notaba pesado y con gases, y durante la primera hora casi deseaba que me entraran ganas de vomitar para ver si mejoraban las sensaciones.
Tras una primera vuelta de unos 5 km por la margen derecha del Garonne, se pasaba cerca de la salida y de allí ya nos íbamos hacia Pessac, a las afueras de la ciudad. Seguí durante un buen rato a ritmo tranquilo, sin que se me pasara el malestar del estómago y sin saber si ponerme o quitarme el paravientos, ya que a ratos tenía frío, lo que no me gusta nada.
Al de una hora empecé a sentirme algo mejor, por lo que parecía que me iba animando y ya empecé a tomar algo de glucosa. No me apetecía, pero mi experiencia me obligaba a tomarla.
Hacia el km 13 íbamos ya por las afueras de la ciudad cuando a la izquierda vi una gran campa verde y una línea con potentes focos de luz a ras de tierra. Al principio pensé que era una campo de fútbol y que había un partido, pero enseguida vi que por allí iban corredores. Un giro a la izquierda de 90º y entrábamos por un camino entre lo que se supone que eran viñedos (no se veía nada). Pero no era un camino asfaltado, no. En pleno maratón de asfalto nos metían por caminos de tierra, que gracias a la abundante lluvia de la tarde, era a ratos un barrizal.
De repente me vi en medio de la París Roubaix. Giros de 90º, barro, hierba en los bordes del camino más cómoda para rodar,... Sí, allí estaba. Corriendo una París Roubaix como en 2012 pero sin el traqueteo de la bicicleta. Qué emoción. Me vine arriba por momentos.
Este primer tramo duró un kilómetro entero, y al salir me di cuenta de que había dejado de llover. Buena señal.
Un par de kilómetros más tarde, de nuevo otro giro a la izquierda y entrábamos por una camino de piedritas encharcadas para pasar junto a un precioso château iluminado que era una pasada de bonito. Y para salir de ese château, llamado Pape Clément, teníamos que atravesar otra zona de barro en la que seguro que a más de uno se le quedó atrapada alguna zapatilla. Como para ir con unas bonitas zapatillas nuevas.
Después, ya de nuevo por asfalto regresábamos hacia el centro de Burdeos. A partir de km 25, más o menos, dábamos varias vueltas que nos hacían pasar por los lugares más bonitos del centro de la ciudad. Además, había bastante público, por lo que animación para correr no faltaba. Por aquí había varios tramos de zonas adoquinadas (más París Roubaix) y había que tener cuidado con las vías del tranvía. De eso estábamos avisados.
Mi estómago no estaba demasiado bien, así que una vez llegado a la zona más urbana cada vez que veía un bar abierto me entraban ganas de entrar para ir al baño. No acababa de decidirme, pero al final, en el km 27 entré en un bar, pedí un café y me dirigí al servicio a ver si solucionaba el problema. Falsa alarma. No me quité ningún peso de encima. Tomé el café mientras los del bar alucinaban porque un corredor se hubiera metido a tomar un café (no me conocen) y me daba muchos ánimos. Después, me incorporé a la carrera y fui pasando los kilómetros lo mejor que podía a ritmo tranquilo.
En el km 34 nuevo tramo de barro y charcos de casi un kilómetro, pasando por un gran parque. Ya quedaba menos. A partir de ahí me empezó a doler un poco una pierna, pero nada del otro mundo. Lo normal en un maratón.
Por fin ya empecé la última vuelta corta que nos pasaba por la zona más céntrica de la ciudad. Luego pasábamos por debajo de la Porte Cailhau, impresionante, y ya entré en la recta de meta con la ilusión y el subidón que dan los últimos metros de un maratón.
Incluyendo la parada en boxes para el café, tardé un tiempo oficial de 4:17:09, poco más que en Barcelona, pero con sensaciones mucho mejores que allí. La diferencia es que en Barcelona corrí solo tres semanas después de correr a tope en Sevilla, y en Burdeos he corrido cinco semanas después de correr despacio en Barcelona.
Espero estar bien para Vitoria. Por ahora estoy bien. Las piernas no me dolían casi ni al acabar la carrera, y hoy he ido al masaje y están perfectas.
Resumiendo el Maratón de Burdeos:
-La inscripción un poco cara para la organización que había (75 euros), ya que en los sitios donde nos desviaban a los del Maratón y a los de relevos o el Medio no había señalización, solo gente avisando en francés.
-Recorrido precioso (lástima de la lluvia).
-Lo de los caminos de tierra-barro es para gustos. Si no hubiese llovido seguro que a todos les hubieran gustado, pero con tanto barro no lo tengo muy claro.
-Los avituallamientos, bien, sin más. Eché en falta geles (menos mal que yo siempre llevo los míos).
-El ambiente y el público muy bien.

Primeros kilómetros.

Da lo mismo las veces que termines un Maratón, siempre es un momento feliz.

Antes de salir del hotel a enfrentarme con la lluvia.

Nada más pasar la meta. Más feliz que una perdiz.

Después del cross, digo, del maratón. Pobres zapas. Creo que ya les toca jubilarse. Han cumplido tras más de 800 km y tres maratones.

Una medallita más.

Viendo a los últimos desde mi hotel. Les queda poco.

La Porte Cailhau, acceso a la meta.

Os pongo ahora unas fotos que he cogido del periódico Sud Ouest, para que veáis el ambiente.
Bonito Burdeos.

Otro bello paso por el centro.

Llegando a la meta.

Puente de Piedra. Km 5.

Una de las zonas de viñedos. Ésta es de las que estaba en buenas condiciones, casi sin barro.


1 comentario:

  1. Javier, he leído con mucho interés tu crónica del Maratón de Burdeos en el que este año pienso participar. Después de leerla se me han puesto los dientes largos (más aún de lo que ya estaban). Perdona que te haga una pregunta: veo que hablas de falta de luz en algunos momentos. ¿Dirías que hace falta llevar un frontal? Muchas gracias por tu tiempo.

    Saludos.

    Juanjo

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